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«Nunca he sentido resentimiento contra nadie por el asesinato de mi padre»
Toda una vida

«Nunca he sentido resentimiento contra nadie por el asesinato de mi padre»

Católico y cordial, el político y diplomático contempla la vida con serenidad y defiende la amistad por encima de la ideología. «Soy fiel a las personas y su recuerdo»

césar coca

Miércoles, 3 de febrero 2016, 01:25

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En septiembre de 1934, Marcelino Oreja Elósegui vio una imagen de un Cristo yacente en una tienda de objetos religiosos de Bilbao. Encargó tres copias: una para José María Gil Robles (jefe de la Confederación Española de Derechas Autónomas, CEDA), como regalo de boda;otra para su hermano y la tercera para sí mismo. Cuando Gil Robles recibió la suya, Oreja Elósegui ya había sido asesinado durante uno de los episodios de violencia de la Revolución de Octubre. La de su hermano la heredó su nieto, Jaime Mayor Oreja. Yla suya ha acompañado durante toda su vida al hijo que no llegó a conocer. Lo ha hecho físicamente, pues la ha llevado a todos sus destinos y a cada uno de sus despachos. Ytambién de forma espiritual, porque el versículo del Evangelio según San Lucas que su padre hizo grabar ha sido uno de los principios morales a los que se ha aferrado Marcelino Oreja Aguirre, político y diplomático y una de esas pocas personas sobre quien nadie dirá nada negativo y que no tiene una mala palabra sobre los demás:«Amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada».

«Miro con tranquilidad el final de mis días», dice en el prólogo de sus memorias. ¿Se siente en la última vuelta del camino?

Su trayectoria

  • Nace en Madrid, en 1935.

  • Formación Estudió Derecho en Salamanca y se doctoró en Madrid, donde cursó estudios diplomáticos. A los 25 años fue jefe de gabinete del ministro de Exteriores. Estuvo vinculado al grupo Tácito.

  • Trayectoria Ha sido ministro de Exteriores, diputado, eurodiputado, delegado del Gobierno en el País Vasco, secretario del Consejo de Europa, comisario europeo y presidente de FCC. Es marqués de Oreja.

  • Otras actividades. Miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, de la que ha sido presidente, y de la Academia europea de las Ciencias y las Artes.

A los 80 años hay que pensar que es la etapa final. Es ya una edad provecta, aunque ahora se vivan más años. Pero no lo digo con preocupación. Soy cristiano y a los cristianos creer nos lleva a tranquilizarnos. No siento temor ante lo que me espera. Solo transmito un dato.

Pero tiene usted unos genes extraordinarios...

Sí, mi madre murió un mes antes de cumplir los 100 años y no estuvo jamás hospitalizada. La fe y la confianza en Dios tranquilizan. Esto no es el final, lo sé. Y eso me da esperanza.

¿Qué balance hace de una vida tan intensa como la suya?

He tratado de seguir el patrón que me dio mi madre del recuerdo de mi padre. Su presencia estuvo siempre viva:era un vasco muy arraigado a su tierra y sus ideas, pero muy abierto por su fe cristiana.

No haber conocido al padre porque fue asesinado antes de nacer, ¿no marca?¿Cómo se evita que el odio se acumule, que termine por formar parte de uno mismo?

Supongo que a algunos les sorprende que no haya tenido nunca resentimiento contra nadie por ello. Eso se lo debo a mi madre. El único recuerdo que tengo de mi padre es un cristo yacente con un versículo de San Lucas que llama a amar a nuestros enemigos. Lo he tenido sobre mi mesa allá donde he estado: desde el colegio a esta casa donde vivo ahora. Me ha ayudado mucho.

El responsable de la muerte de su padre fue un sindicalista de UGT. ¿Cómo ha sido su relación con los dirigentes de esa central?

Buena, sin ningún problema. Tuve una relación estupenda y muy abierta con todo el mundo. Eso incluye al PSOE y al PCE. Con Santiago Carrillo, por ejemplo, hablé mucho de los acuerdos con la Santa Sede. Me dijo que se abstendría en la votación porque quería la paz religiosa.

¿YNicolás Redondo o Cándido Méndez?¿Le han comentado algo en alguna ocasión?

No. Pero hay que tener en cuenta lo que era Mondragón en 1934. Creo que aquel asesinato no tuvo nada que ver con las siglas. Había un odio de clases muy fuerte. Nunca me han comentado nada los dirigentes de UGT, pero puede que ni siquiera lo sepan.

Hablemos del presente. Ahora que está retirado de la vida pública, salvo por su presencia en la Academia, ¿cuál es el mejor momento del día para usted?

  • «Nunca temí que ETA pudiera matarme, pero no es un asunto de valor»

  • «Dios ha sido muy generoso conmigo y he sentido siempre su ayuda»

  • «Franco me pareció hierático, ajeno a todo»

Cuando llego a casa por la tarde, la cena con mi mujer, charlar con ella, ver la tele juntos... Hay dos mujeres en mi vida:mi madre y mi mujer. Luego, tenemos dos hijos muy cercanos. Mi vida familiar ha sido siempre muy intensa. En Navidad viajamos siempre juntos con los hijos.

¿Y un día normal?¿Cómo es?

Tengos dos referencias: el Instituto de Estudios Europeos de la Universidad San Pablo y la Academia. Me siento muy identificado con esa universidad porque de niño me impusieron la medalla de la Asociación Católica de Propagandistas, y me he mantenido siempre muy cerca de la institución. Soy muy fiel a las tradiciones, principios y valores que he acumulado a lo largo de mi vida. Ya las personas y su recuerdo. Las más importantes, fuera de mi familia, han sido Alberto Martín Artajo, mi maestro;y Fernando Castiella, la persona que más me ayudó.

Una paradoja de su vida:sus orígenes están en Orexa, un pueblo guipuzcoano que elección tras elección registra un voto para la izquierda abertzale de un 98%.

No, se equivoca. Del 98% no. Del 100% (ríe). Es curioso porque nací en Madrid, pero a veces digo que fue en Mondragón, porque debería haber sido allí.

En su juventud tenía muchos amigos que luego han militado en partidos de ideología marxista. ¿Mantiene la relación?

Sí, claro. Con Juan Trías, que ocupó un cargo importante en el PCE, estuve sentado a la mesa, uno frente a otro, durante muchos años en el colegio de Valladolid. Es cierto que entre los amigos íntimos la mayoría son de una ideología próxima, pero creo que no debe haber incompatibilidad alguna en la amistad. Se puede tener amigos aunque no se coincida políticamente con ellos. Le voy a dar otro ejemplo:tuve mucha confianza y una estupenda relación con Juan María Bandrés. Me ayudó mucho. Nunca he tenido rechazos por eso. Creo que es una cuestión de temperamento.

Asistiendo a algunos debates parece imposible que puedan llevarse bien fuera del Congreso, o del plató, dos políticos que sistemáticamente se ponen a caldo.

Una buena relación sí puede existir. Otra cosa es una amistad profunda. Para eso es mejor una cierta coincidencia en las ideas, al menos las más básicas. Hay excepciones, por supuesto. Y ya hemos hablado de lo que me sucede a mí con Juan Trías. Me pasó también con Pepín Vidal Beneyto, un amigo íntimo, de ideología muy diferente a la mía, pero con quien nunca discutí de política. En general, me he sentido muy tranquilo hablando con gente de las ideas más diversas.

Años de estudiante

En su adolescencia, Marcelino Oreja leyó muchos libros de doctrina católica y se adentró con placer en la literatura de viajes. Lo segundo, sin duda, por su conocimiento de varios idiomas, algo que debe a su madre. «Tuvo una obsesión seguramente extravagante en su época:que yo aprendiera idiomas», asegura mientras una luz tenue baña el salón de su casa en el centro de Madrid. Los recuerdos fluyen con facilidad, casi como si fueran escenas de su vida que acabaran de producirse. «Gracias a una chica que tuvimos en casa, a los tes años empecé a aprender alemán;luego, a los siete, con otra chica comencé con el inglés;y a los nueve, con el francés. Echo mucho de menos hablar vascuence». Lo cuenta con un punto de frustración: en 1970 decidió recibir clases de euskera dos veces por semana, que era lo que su agenda de entonces le permitía. Pero pronto se dio cuenta de que no iba a avanzar lo suficiente y lo dejó. Tiempo atrás, había sido la obsesión de su madre por las lenguas lo que determinó el centro académico en el que había de estudiar Derecho. «Fuimos a ver al rector de la Universidad de Deusto y le preguntó si se daban clases de idiomas. Le dijo que no y ella decidió que iría a estudiar a otro sitio».

Lo hizo en Salamanca. Allí se alojaba en el Gran Hotel junto a su madre. En esas circunstancias, no disfrutaría demasiado del célebre ambiente estudiantil de la ciudad.

No, claro. Pero sobre todo porque hice dos cursos por año. Mi madre me empujó a ello. Creo que era porque no quería morirse sin que yo hubiera acabado la carrera. Por eso tenía prisa. Quedó muy tranquila cuando ingresé en la carrera diplomática. En cuanto a mi etapa de Salamanca, le diré que nunca he estudiado tanto como entonces, ni siquiera cuando estaba haciendo oposiciones.

Aunque no estaba obligado a ello por ser hijo de viuda, hizo la mili. ¿Por qué?

Estoy encantado de haberla hecho. Me alegro muchísimo. Estuve en Monte la Reina (Zamora) con los de mi curso. Después fui destinado a cazadores de montaña, a San Sebastián.

Luego inició su vida laboral en la diplomacia junto a Castiella y tuvo la ocasión de reunirse con Franco. Fue una sola vez. ¿Qué le pareció?

Estaba en EE UUnegociando los acuerdos con aquel país junto a Castiella, quien creía que era necesario acordar nuevas condiciones. Para desatascar la negociación me envió a Madrid, para que se lo explicara a Franco. Antes de entrar en su despacho me encontré con el almirante Carrero, que me preguntó por la marcha de las conversaciones y me dijo muy claramente:«Del Sahara no nos movemos». No lo entendí porque eso nada tenía que ver con lo que se negociaba en Washington. La imagen que tengo de Franco es la de un señor que no me impresionó nada.

¿Por qué?

Estaba hierático, como un poco ajeno a todo. Me habló con aquella voz que ya conocía de la radio y la televisión. Le expliqué lo que había en diez minutos y luego me habló del posible peligro de un ataque de Argelia. Más tarde, me llamó para que lo repitiera todo ante la Junta de Defensa. Allí, él me presentó, me dio la palabra y no dijo nada más durante dos horas.

Había ocupado varios cargos en la Administración, pero llega a ministro de Exteriores con Suárez. Sin embargo, no le llama él para proponerle el cargo, sino el Rey Juan Carlos. ¿Por qué?

Creo que porque era una situación muy especial. A Suárez no lo conocía. De hecho, lo había saludado una vez y eso era todo.Probablemente por esa razón me llamó el Rey en vez de hacerlo el presidente del Gobierno, que habría sido lo normal. Con el Rey tenía buena relación porque, en vida de Franco, Castiella me enviaba cada dos meses a estar con él para explicarle la marcha de la política exterior. Al final hablábamos siempre de la política interior, que era lo que a él más le interesaba.

Antes de aceptar el cargo de ministro habló con Areilza. ¿Por qué?

Pedí su aval para el Ministerio por una cuestión de lealtad. Suárez se sorprendió cuando le dije que antes de aceptar debía hablar con Areilza...

Poco después, en octubre de 1976, supo que ETA había dictado una condena contra usted. ¿Sintió miedo?

No, nunca temí que ETA pudiera matarme. Pero le aseguro que no es un asunto de valor. Mire, cuando cesé como ministro Suárez me ofreció varias cosas, pero era diputado y no quería dejarlo. Lo que sí acepté fue el cargo de gobernador general en el País Vasco (lo que ahora es Delegado del Gobierno), con rango ministerial. Mi madre me dijo que hiciera lo que quisiera pero que, si aceptaba, la llevara con nosotros. Mi mujer me comentó que era un disparate, pero que aceptara porque sabía que era lo que me gustaba. Ynos fuimos los tres. A los hijos no los llevamos porque no había Liceo francés y queríamos que siguieran estudiando allí, así que se quedaron en Madrid.

Años de dolor y miedo

Aquellos años en el País Vasco están marcados a sangre y fuego en las páginas de Historia:fueron los de mayor número de atentados mortales de ETA, hubo sucesos tan terribles como la explosión de gas en una escuela de la localidad vizcaína de Ortuella, que dejó medio centenar de niños muertos, y se sucedieron las amenazas a su seguridad. Sin embargo, Oreja insiste en que nunca pensó abandonar y pedir un destino diplomático en una plaza tranquila. Puede que sea por efecto del tiempo transcurrido, pero no hay una pizca de duda en su voz y sí la convicción de quien siempre ha tenido muy claro cuál era su deber. «Fue durísimo visto desde ahora, pero entonces no lo viví así porque tuve el apoyo completo de mi mujer. Ypor responsabilidad, claro. Eso sí, notamos la soledad. En los dos años que estuvimos, solo una familia nos invitó a comer una vez. Entonces descubrí el valor de las fuerzas armadas. Allí, en esos años, vi lo que significa el valor y el desprendimiento».

También en esos años se entrevistó con los principales dirigentes políticos, menos con uno, que reiteradamente se negó a ello:Arzalluz. ¿Por qué?Al fin y al cabo, los padres de ustedes dos fueron reconocidos carlistas...

Sí, y en las elecciones de 1933 carlistas y nacionalistas estaban muy próximos. Siendo ministro había tenido muy buena relación con él, pero creo que luego pensó que no le convenía que le vieran conmigo. No sé cómo no entendió que yo estaba en la mejor situación de entender a los nacionalistas...

El 23-F le pilló en Madrid. ¿Tuvo miedo?¿Pensó que allí terminaba la experiencia democrática?

Tuve algunas dudas sobre lo que podía suceder, pero miedo creo que no. Yo estaba en Madrid porque tenía previsto cenar con el ministro del Interior. Varios amigos vinieron a mi casa en cuanto se enteraron de lo que sucedía, pero les dije que tenía que volver a Vitoria. Siempre tuve una gran confianza en el Rey, y por eso no me sorprendió cuando lo vi aparecer en televisión.

Usted es lo que siempre se ha llamado un servidor del Estado. ¿Ha tenido que tragarse muchos sapos, defender causas con las que no estaba personalmente de acuerdo o negar algo que creía legítimo?

He sido un diplomático singular porque nunca he estado destinado fuera. Como ministro no se me planteó nada así, aunque hubo algún caso especial. Piniés, que había sido embajador ante la ONU, quería ser presidente de la Asamblea General. El Gobierno iba a apoyarle, pero me llamó Genscher, que era el ministro de Exteriores de la RFA, para decirme que sabían que iba a haber un candidato de la RDA y que su Gobierno había decidido evitarlo proponiendo uno propio. Genscher me pidió que apoyara a su candidato y tuve que hacerlo.

¿Con dolor?

Yo creo mucho en la amistad y era amigo de Genscher. Además, para España la República Federal era muy importante. Tuve que defender al candidato alemán. A Piniés le dolió mucho...

Eso no iba contra sus principios. Yo le preguntaba si tuvo que defender públicamente algo con lo que no estuviera de acuerdo por razones morales.

No he tenido nunca ese problema. Si hubiese afectado a mis principios, no habría aceptado hacerlo.

¿Ycuando se entrevistaba con dictadores?

Esos encuentros con frecuencia no se planteaban en un ámbito político sino económico. Fui el primer ministro español de Exteriores que viajó a la URSS, por ejemplo. Ylo pasé muy mal durante el viaje a Argentina con el ministro de Exteriores del Gobierno de Videla, un marino sin la menor formación...

En aquel viaje hubo momentos de mucha tensión, según ha contado en sus memorias.

Al Rey le quedaban solo dos países de Latinoamérica por visitar:Chile y Argentina. Pensé que tenía que ir a Argentina y monté un viaje que incluía también Perú y México. Los socialistas pidieron una reunión de la comisión de Exteriores del Congreso por el viaje a Argentina y se votó sobre el mismo. Salió a favor por solo un voto.

¿Ycómo resultó el viaje?

La etapa de Perú fue interesante porque estaba en transición a la democracia. Y la parte de México resultó espléndida. El Rey me había pedido ver a la viuda de Azaña y me pareció un gran acierto. Cuando lo supo, ella dijo que iría a la Embajada y fue un encuentro muy entrañable. En Argentina, en cambio, hubo una frialdad total. Videla trató de hacerse la foto abrazando al Rey, que adelantó su brazo para impedirlo. Luego, para evitar el discurso del Rey, una cena que estaba prevista fue convertida en un cóctel. Yo me negué a ello y al final, incluso en el cóctel, el Rey pronunció un discurso donde hablaba de los valores de la democracia. Casi ningún argentino le aplaudió.

Misiones oficiales, viajes continuos, sin horarios ni vacaciones fijas, mudanzas frecuentes, cambio de colegio de sus hijos... ¿Ha merecido la pena el precio personal que ha pagado por su carrera?

No he notado ese precio porque no he viajado solo. He tenido la comprensión de mis hijos y la familia ha seguido viva. He estado rodeado, además, por mis recuerdos y mis valores. Eso me ha acompañado siempre. Yes cierto que he viajado a muchos países, pero lo que se dice vivir solo ha sido en Bruselas y Estrasburgo. En esta última ciudad teníamos una casa preciosa, mis hijos iban al Liceo y éramos más jóvenes.

¿Su mujer se adaptó bien a esos lugares?

Muy bien. Ella decía a veces que parara un poco, pero con la boca pequeña. Habla muy bien inglés y francés, le gustan mucho los museos y la Historia, así que se ha divertido en todos esos lugares.

Tiene distinciones en Francia, Alemania y China además de España, ha presidido la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, ¿se siente recompensado?

Sí, Dios ha sido muy generoso conmigo. He tenido también una vida académica, que era mi vocación primera. Para eso hice la tesis. Si no hubiese sido por Castiella, me habría ido a la Universidad y todo habría resultado muy diferente.

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