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La plaga negra

La plaga negra

Esas tres palabras escritas en un papel convirtieron a los ‘All Blacks’ en el mejor equipo de rugby de la historia tras 24 años de fracasos. Todos los niños de Nueva Zelanda sueñan con jugar algún día con la selección

fernando miñana

Miércoles, 28 de octubre 2015, 00:33

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Que Nueva Zelanda es el mejor equipo de la historia del rugby no admite discusión. Su porcentaje de victorias, rondando el 80%, le convierte, de hecho, en una de las mejores selecciones del mundo en cualquier disciplina. Pero en 2011 los All Blacks, que habían ganado la primera Copa del Mundo, la de 1987, llevaban 24 años y cinco Mundiales sin volver a brindar. Unas semanas antes de la edición de 2011, que se celebraría de nuevo en el país de los kiwis, el equipo estaba de gira por Europa. Los técnicos se sacudían la presión asfixiante en un teatro de Londres. Wayne Smith, ayudante de Graham Henry, el entrenador, se tiró toda la velada dándole vueltas al sistema defensivo. Al acabar la función, pasó de la cena y, ensimismado en sus pensamientos, se fue directo al hotel. Estaba obsesionado con dar sensación de superioridad cuando Inglaterra tuviera el balón. Al llegar a la habitación, cogió un papel y escribió tres palabras: La plaga negra.

Nueva Zelanda estuvo 366 minutos, más de cuatro partidos, sin recibir un ensayo. Y el 23 de octubre de 2011 cerraba la Copa del Mundo con un apurado triunfo (8-7) ante Francia en su santuario de Eden Park. Los All Blacks volvían a levantar la Copa William Webb Ellis (debe su nombre al inventor del rugby moderno). La plaga negra había acabado con todos sus rivales. Más de dos millones de personas ¡en un país con cuatro millones y medio de habitantes! vieron el partido. El récord de audiencia en Nueva Zelanda. Después de desfiles y celebraciones, Graham Terry respiró aliviado y anunció su marcha. «Ahora ya puedo descansar en paz», afirmó el seleccionador.

El sábado esperan alzar el trofeo por tercera vez y acabar para siempre con la maldición de que nunca han ganado una Copa del Mundo fuera de sus islas. Australia intentará evitarlo en la catedral, en Twickenham. Ya no está Terry al frente sino uno de sus escuderos, Steve Hansen, un policía de profesión que intenta desdramatizar. «Presión es cuando tienes que llamar a la puerta de una familia y decirle que su hijo ha muerto». Pero, claro, tienen la obligación de corroborar que son los mejores. Y no es fácil.

¿Y por qué son únicos? Ángel Danés, jugador de División de Honor y jefe de prensa de la Federación Española de Rugby, tiene respuestas. «Son los mejores porque lo llevan en el ADN, forma parte de su cultura. Todos los niños quieren ser all black. Si hasta el primer ministro pone su cargo a disposición cuando pierden. Y para el Mundial de 2011 nombraron a un ministro del rugby». Y añade razones a su supremacía. «Además son pioneros en táctica, técnica y preparación física. Pero la clave es que su deporte no tiene casi competencia, al contrario que en el resto de potencias, y, además, tienen parentesco con todas las islas de alrededor donde también son buenos: Fiji, Tonga, Samoa...».

Un milagro en Gales

Charles Monro, un joven que había estudiado en Inglaterra, se llevó de vuelta a Nelson, su ciudad, las normas y un balón ovalado. En 1870, en la reserva botánica de Nelson, se celebró el primer partido en la historia de Nueva Zelanda. En 1892 ya tenían una liga con diez equipos y en 1903 comenzó a rodar la selección. Tras una victoria ante Australia en agosto de 1903, el redactor del The New Zealand Herald envió su crónica con un titular, All backs, para ensalzar que todos habían jugado como backs, como tres cuartos, pero un corrector pensó que era un error y que quería hacer una alusión a sus camisetas negras, así que lo cambió por All blacks, creando su marca fortuitamente.

En su primera gran gira por Europa, en 1905, partieron bajo el nombre de The Originals y regresaron con una derrota en 35 partidos. Barrieron a Irlanda (0-15), Inglaterra (0-15) y Escocia (7-12), pero en los prolegómenos del encuentro con Gales, mientras realizaban la haka, la danza maorí que han hecho tan famosa como el rugby, los 47.000 aficionados del Arms Park comenzaron a cantar de manera espontánea Land of my fathers. Aquel 16 de diciembre Gales salvó la honrilla británica con un triunfo raquítico (3-0).

Las dos grandes guerras pospusieron la creciente fama de aquellos tiarrones de las islas del Mar de Tasmania y se llevaron la vida de veinte de sus jugadores. Pero en los 60 comenzaron a crear la leyenda de equipo invencible. Sir Brian Lochore, su capitán, decía que jugar en esa delantera era «como ir sentado en un Rolls Royce». Aquel fue un combinado audaz capaz de viajar con sus maoríes a la Sudáfrica del apartheid o a la convulsa Belfast del IRA. «El rugby no entiende de política», aseguraban. Y en 1981, un activista que estaba en contra del racismo lanzó bombas de harina durante un partido contra los Springboks.

La haka siempre les ha acompañado y ha ayudado a mejorar su marketing Adidas ha vendido cientos de miles de sus camisetas negras, pero en 1985, durante una gira por Argentina, el mítico Wayne Shelford se enfadó. Estaba harto de que aquel baile se hubiera convertido en una caricatura y propuso tomárselo en serio o dejarlo. Aquel año pudo desaparecer, pero los jugadores votaron seguir y dedicaron varias horas al día para perfeccionarlo. La versión actual, el Kapa O Pango, se incorporó el 28 de agosto de 2005, cuando Tana Umaga acabó la haka haciendo como que se rebanaba el gaznate con el pulgar.

Pero si hay un jugador de origen maorí reconocible en el mundo es Jonah Lomu, una fuerza de la naturaleza, un portento de 1,96 metros y 120 kilos capaz de correr los 100 metros en menos de once segundos. Sus carreras imparables le convirtieron en un fenómeno de masas. El rugby transformó a un niño travieso de Auckland en una estrella del deporte.

Una de sus actuaciones más memorables llegó después de que Tony Underwood intentara menospreciarle cuando la prensa le preguntó por la estrella negra antes de la semifinal de la Copa del Mundo de 1995. «¿Jonah qué?», soltó el jugador inglés. Lomu respondió en el campo con cuatro ensayos y una victoria exuberante (29-45). Aunque luego perderían aquella final de película ante Sudáfrica delante de Mandela.

A pesar de aquella derrota los All Blacks se sabían los reyes del rugby, aunque a veces se durmieran en los laureles. Por eso en 2003 le tocó a Graham Henry meter en vereda a un equipo que acababa cada celebración vomitando sangre y bilis por los rincones del hotel de turno. Habían olvidado la regla que les ha convertido en los más grandes:cada jugador tiene la responsabilidad de mejorar el legado de los All Blacks. Por eso Nueva Zelanda adora a su equipo de rugby: son los mejores y siempre quieren serlo un poco más.

Y les escuecen las humillaciones. Después de perder contra los Springboks en Ellis Park, Louis Luyn, el presidente de la federación sudafricana, aseguró que los de 1987 y 1991 no habían sido los verdaderos campeones del mundo porque allí no estuvo Sudáfrica. Al instante, los All Blacks al completo se levantaron en bloque y se fueron masticando su venganza.

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