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Solo sé que no sé nada

Solo sé que no sé nada

Profesores y pensadores se levantan contra el destierro de la Filosofía en las aulas. La Lomce «quiere empleados, no ciudadanos», reprueba Fernando Savater

antonio corbillón

Viernes, 16 de octubre 2015, 01:53

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Después de 20 años dando clases de Filosofía en enseñanzas medias, Esperanza Rodríguez aún recuerda a uno de sus alumnos más brillantes en las asignaturas de Letras. El padre se presentó un día para implorarle que le ayudara a quitarle de la cabeza su idea de estudiar Filosofía. «Le insistía en que hiciera alguna carrera técnica... y que después ya se dedicaría a filosofar», recuerda esta profesora. Finalmente, el joven se aferró a su vocación y la cumplió con becas Erasmus por media Europa. Hoy se gana la vida con ella. «Es feliz y su padre está como unas castañuelas», bromea Rodríguez, docente en el instituto Margarita Salas (Madrid) y presidenta de la Comisión de Educación de la Red Española de Filosofía (REF). Es el final feliz de una historia personal.

Eterno retorno de religión

  • Religión

  • Con la Lomce, la Religión vuelve a contar en la media del expediente académico. En comunidades como Madrid, el número de matrículas ha aumentado un 150% porque, además de la fama de asignatura fácil, la otra opción Valores Éticos es un hueso impartido por profesores de Filosofía.

  • PISA, el examen

  • La Filosofía, al igual que la Música o la Educación Plástica no se computan en los informes PISA, un ranking de excelencia educativa aceptado por Occidente como el más completo. España suele salir mal parada de este análisis, impulsado por la OCDE. Por contra, la UNESCO sitúa la Filosofía «en el primer lugar de los currícula», como recuerda su ex director general, Federico Mayor Zaragoza.

  • 7 reformas de la ley en los últimos 35 años convierten a España en el país que más veces ha modificado sus normas educativas.

Pero es cada vez menos habitual en un mundo que reclama con fiereza gente de alta cualificación técnica aunque no sepan quién fue Aristóteles. Es raro que un profesor de instituto no haya vivido situaciones como la que relata Esperanza. «Mis colegas me comentan que los padres les piden que les quiten de la cabeza el estudio de las Letras. Todo parece conspirar contra las enseñanzas de Humanidades», corrobora el pensador y catedrático de Filosofía Contemporánea de la Universidad de Barcelona, Manuel Cruz.

En el presente curso finalizará la voladura controlada de esta asignatura en los planes de estudio de las enseñanzas medias en España. La LOMCE (Ley para la Mejora de la Calidad Educativa), herencia del exministro Wert, rebaja su estatus de troncal a opcional en el Bachillerato, por lo que solo se ofertará a los que escojan el itinerario de Humanidades o Ciencias Sociales. Apenas queda como obligatoria para los alumnos de 1º de Bachillerato y desaparece en 2º. Además se suprimen sus dos complementarias (Educación Ético-Cívica en 4º de la ESO e Historia de la Filosofía 2º de Bachillerato). Un ajuste del 66% de sus horarios que las asociaciones integradas en la REF consideran «el más duro e injustificado en la historia de la democracia española». Se sumará así al destierro que ya sufrieron la música o la plástica. Poco podrán hacer las comunidades autónomas o los centros educativos para configurar los currículum porque la ley, aprobada hace dos años, incluye un calendario de implantación obligatorio.

Pero los profesores no se resignan. Esta semana impulsan una campaña en la plataforma change.org con la pregunta ¿Por qué la Filosofía debe ser obligatoria? Ante las cercanas elecciones generales, han incrementado sus contactos con los grupos políticos. El líder socialista, Pedro Sánchez, ya ha prometido que derogará la LOMCE si llega al poder. Promete apartar la Religión y recuperar Educación para la Ciudadanía, aunque se queda corto para lo que reclaman los maestros de Letras.

El réquiem por el papel que los presocráticos, Nietzsche o Kant han jugado en la historia no solo se orquesta en España. También nuestros vecinos franceses completarán en 2016 el definitivo cambio de «los verbos por los números», como lo llaman allí. La caída del latín, el griego y todas las humanidades sacó la pasada primavera a la calle a cientos de miles de maestros. De momento, en vano. Es el único país de Europa donde se han removido los pupitres. En otras latitudes la cosa es aún más directa. Un decreto ordena desde septiembre a las universidades japonesas que se centren en «áreas que satisfagan mejor las necesidades de la sociedad». Veintiséis facultades han anunciado la supresión de sus títulos en Letras.

«Se empieza a enfocar la educación como un adiestramiento laboral, no para formar ciudadanos sino empleados», zanja el filósofo, escritor y profesor Fernando Savater. Su colega Manuel Cruz completa el diagnóstico apartando cualquier sesgo ideológico: «Ya no es cosa de izquierdas o derechas, sino una tendencia mundial, un modelo económico que se convierte en forma de vida».

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Profesores muy vocacionales como Esperanza describen aulas llenas de chicos que reclaman claves para entender el mundo. Terrenos mentales frescos y vírgenes de prejuicios esperando a que les abonen para, algún día, cosechar el «mejor de los frutos: ciudadanos con herramientas para ser libres». Logros contrarios a las prisas, porque los conceptos de la Filosofía «se captan y se repiensan a cada rato. Necesitamos tiempo en ese proceso, que es justo lo que nos están quitando». Sus defensores insisten en que la materia debería permanecer al menos durante los dos cursos de Bachillerato.

Cuando un profesor de matemáticas entra en el aula nadie cuestiona su papel. También desde las humanidades exigen que «no se nos use como un chicle que, en cada reforma, es el sacrificado», reclama Antonio Campillo, también filósofo y presidente de la Conferencia de Decanos de las Facultades de Filosofía de España. La enseñanza superior ya sufre de forma indirecta este proceso. La crisis de 2008 en adelante abarrotó las clases de estudiantes deseosos de buscar respuestas en los best-seller del pensamiento de siempre. Los planes para fulminar la Filosofía de los temarios han rebajado entre un 30% y un 40% las matrículas» de este curso, lamenta Campillo, que destaca «la gran vocación de nuestros alumnos, a pesar de la corriente general que nos quiere llevar a una vía muerta».

Y es que, aunque la Filosofía esté a punto de claudicar en las aulas, los que se dedican a ella están convencidos de que «en ningún caso se va a perder su papel en la sociedad. Hay demanda y necesidad de saber porque la gente reclama ideas para entender», enfatiza Manuel Cruz. «Es cierto, hay una demanda social, la gente compra y lee nuestros ensayos porque necesita mapas del mundo. Aún gozamos de una mala salud de hierro», completa su colega Campillo.

Filósofos y profesores, unos desde las ideas y otros desde las aulas, luchan por desterrar, con un siglo de retraso, el diagnóstico de José Ortega y Gasset: «No entendemos lo que nos pasa, y eso es lo que nos pasa». Han decidido no arrojar a la hoguera sus manuales y confían en un cambio de gobierno que le dé la vuelta en 2016. Y sueñan con que algún día se logre «un pacto general para sacar a la educación del combate político, algo que no ocurre en ningún país del entorno», lamenta Cruz.

Las elecciones del 20-D son su reválida final. «No tiramos la toalla. Nos echarán de las aulas pero no nos matarán como a Sócrates», promete Esperanza Rodríguez.

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