¡Vivan los novios... blindados!

El tenista Feliciano Lópezy la modelo Alba Carrillose casan bajo exclusivaen el Alcázar de Toledocon una boda ‘casi’ secreta

arantza furundarena

Miércoles, 22 de julio 2015, 00:22

El chiste de bodas más antiguo que recuerdo es ese en el que dos andaluces van por la jungla y uno dice: «Mira, una boa». ... Y el segundo exclama: «¡Vivan lo novio!» Boa más que boda ha sido, este pasado viernes en Toledo, lo de Feliciano López y Alba Carrillo. Boa por larga (a la novia le dio tiempo de lucir tres trajes distintos), por sinuosa (engañaron a la prensa sobre el lugar del enlace para proteger la exclusiva de ¡Hola!) y por peligrosa, ya que al final, entre el inevitable cabreo de algunos medios, las fotos robadas, etc. casi termina devorando a sus propios organizadores.

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Casarse a puerta cerrada es lo más. Ya no hace falta irse a la selva para ver boas, ahora vas por cualquier rincón de España, avistas un búnker y gritas ¡Vivan los novios! La boda búnker es a las celebraciones lo que Corea del Norte a la democracia, pero los famosos, hasta los más progres, adoran casarse bajo un régimen oscurantista, dominado por el secretismo y la censura (nada de móviles, nada de fotos, nada de cámaras, salvo las del medio que financia el evento). Amenábar también ha echado mano del secretismo, pero aparentemente sin exclusiva.

El cineasta se casó el sábado en plan Los otros, haciéndose el invisible para todo aquel que no estuviera invitado al banquete. Mario Vaquerizo (que acudió disfrazado medio de mariachi medio de Coco Chanel) pretendía que las cámaras entraran a grabar el sí quiero para luego difundirlo en el reality Alaska y Mario. Vaquerizo es que es alérgico a la discreción. Él, como el difunto García Márquez, vive para contarlo o, mejor dicho, para cacarearlo... Pero sus furores exhibicionistas chocaron con el hermetismo de los novios, porque una cosa es salir tú del armario y otra muy distinta dejar que la gente se te meta hasta la cocina.

Amenábar además ya lo había avisado. Se casó en una finca cuyo nombre es La Reserva; un lugar tirando a recóndito, situado en Villanueva de la Cañada (donde Cristo dio las tres voces) y que promete momentos inolvidables a la sombra de alcornoques centenarios. Como diría aquél: «Eso, gustando...». López y Carrillo en cambio celebraron su boda en Toledo. No en la basílica de San Juan de los Reyes, como aviesamente habían anunciado, sino dentro de una fortificación cuasi inexpugnable: el Alcázar. Y como los paparazzi no disponían de 70 días ni de otras armas que no fueran sus cámaras tuvieron que renunciar al asedio. Sin embargo en la guerra de la información, como en el amor, todo vale, y el viernes, a la vera del Tajo, allí donde no pudieron llegar los tanques llegaron los submarinos...

Resumiendo: que en la boda hubo periodistas con móvil y ganas de colgar fotos en Twitter. Así han trascendido algunos detalles, como que uno de los tres vestidos de la novia, firmados por Rosa Clará, estaba inspirado en las tenistas de los años 40, que el arco bajo el que pasaron los contrayentes estaba hecho con raquetas empuñadas por Verdasco, Corretja y otros cracks de la tierra batida o que el novio se equivocó a la hora de dar el sí quiero y en lugar de decir «Yo, Feliciano» dijo «Yo, Alba»... Este error ha dado mucho juego en Twitter, pero peor sería que hubiera dicho «Yo, Claudio». En la ceremonia hubo hasta una bendición del sumo pontífice por boca de Papaloma Gómez Borrero, que es una y trina... (no calla). Y durante el banquete se hizo una pausa para la publicidad: los novios brindaron ante las cámaras autorizadas con una marca concreta de champán francés. Y es que, tratándose de un deportista de élite, los esponsales (la misma palabra lo dice) eran esponsorizados.

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