La Granada cofrade se prepara para el mes de noviembre
En las distintas hermandades, se viven estas semanas con particular devoción: la celebración de misas en sufragio de los hermanos difuntos y el íntimo acto de vestir de negro a sus dolorosas.
Álvaro de la Torre Araus
Granada
Lunes, 27 de octubre 2025, 10:24
Durante el mes de noviembre, el ambiente reverbera con una solemnidad especial en el mundo cofrade, marcado por dos costumbres que florecen con la llegada de este tiempo de recuerdo y reflexión. En las distintas hermandades de Granada, se viven estas semanas con particular devoción: la celebración de misas en sufragio de los hermanos difuntos y el íntimo acto de vestir de negro a sus dolorosas. A partir de este fin de semana, las cofradías inician una serie de cultos que rinden homenaje a aquellos que han partido, un momento de recogimiento que une a nuestras cofradías en la memoria compartida.
La Federación de Cofradías de Granada organizará una misa ofrecida por los cofrades difuntos en la histórica iglesia de Santiago
Las misas mensuales, adaptadas en noviembre al recuerdo de los fieles difuntos, llenarán las iglesias de recuerdos y oraciones sinceras, mientras que la Federación de Cofradías de Granada organizará una misa ofrecida por los cofrades difuntos en la histórica iglesia de Santiago, este domingo 2 de noviembre. Esta tradición no solo es una oportunidad para recordar, sino también una forma de mantener viva la conexión con aquellos que han dejado una huella imborrable en la historia de cada hermandad.
Complementando esta práctica de culto, la iconografía de las imágenes marianas cobra un importante significado. Desde hace más de una semana, muchas dolorosas en Granada lucen ataviadas de luto, una costumbre que ha ido ganando protagonismo en los últimos años. Las manos expertas de los vestidores transforman a las vírgenes para uno de los cambios de vestimenta más esperados por los fieles y devotos.
2 de noviembre
Día de todos los fieles difuntos
El 2 de noviembre se celebra en la Iglesia la conmemoración de todos los fieles difuntos, una tradición que tiene raíces antiguas y que refleja la esperanza cristiana en la vida eterna. Desde la edad media, esta conmemoración se ha consolidado mediante misas ofrecidas a modo de «sufragio» por aquellos que han partido de este mundo. La práctica se remonta al siglo X, cuando el monje benedictino San Odilón estableció este día específico para rezar por todos los difuntos en Francia, y que posteriormente fue adoptada por la Iglesia de rito latino en el siglo XVI.
La conexión con las Escrituras es profunda, ya que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento fomentan la oración por los que han fallecido, invitándonos a mantener viva la esperanza en la resurrección. Con el tiempo, las comunidades cristianas comenzaron a reunirse en los cementerios no solo para recordar a los mártires, sino para celebrar la Eucaristía en su honor. En la actualidad, es común que, alrededor del 2 de noviembre, los fieles visiten los cementerios, adornando las tumbas con flores y rezando por sus seres queridos y que las Vírgenes porten ternos de luto.
Es importante resaltar que, aunque muchos asocian estas visitas con la festividad de Todos los Santos, ambas celebraciones tienen su propio significado y propósito dentro de la fe cristiana. Esta práctica no solo refleja el respeto por los difuntos, sino también la comunión de los santos.
1560 y 1920
María se viste de luto
La historia de esta costumbre nos lleva hasta el Madrid de 1560, donde doña María de la Cueva donó un traje de luto para vestir la imagen de la Soledad creada por Gaspar Becerra. Este gesto marcó un hito en la iconografía religiosa, esparciendo la nueva representación de la Virgen hacia toda la península y más allá, hasta los confines del Imperio Español. Aún hoy, podemos encontrar numerosas representaciones de esta Virgen vestida como una noble viuda castellana, un legado que, lamentablemente, se ha desvanecido en el olvido del significado profundo de esos atavíos.
Las gasas y velos negros, superpuestos a la saya morada, entregan a la Virgen un aire de luto que trasciende lo material y conecta a los fieles con la eternidad de su memoria.
Históricamente, estas vestimentas oscuras para las dolorosas han estado ligadas a la memoria de los difuntos. El comienzo de esta emotiva tradición moderna se sitúa en mayo de 1920, cuando la Virgen de la Esperanza fue vestida de luto en honor a Joselito «El Gallo». Este hecho no solo creó un precedente, sino que sembró la semilla de un ritual que florecería en las décadas siguientes, convirtiéndose en una forma de rendir homenaje a los seres queridos perdidos. Las gasas y velos negros, superpuestos a la saya morada, entregan a la Virgen un aire de luto que trasciende lo material y conecta a los fieles con la eternidad de su memoria. Así, cada noviembre, la tradición se renueva, ofreciendo un refugio espiritual en medio de la tristeza, donde el recuerdo se entrelaza con la esperanza de la vida eterna.
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