Los detalles de la espectacular restauración de la Virgen de los Ferroviarios
Durante el proceso se han recuperado dos lágrimas que habían desaparecido, distribuyendo su presencia de manera más armoniosa y devolviendo a la imagen su plena expresión emotiva.
Álvaro de la Torre Araus
Granada
Domingo, 6 de julio 2025, 13:58
La advocación de Amor y Trabajo es un concepto que ha ido cobrando forma y significado en las últimas décadas, marcando un hito en la devoción popular desde su génesis en la cofradía ferroviaria, a mediados del siglo XX. Este nexo entre amor y trabajo encuentra sus raíces en la figura de María, patrona no solo de los trabajadores del ferrocarril, sino de todos aquellos que encuentran en la labor diaria un acto sagrado, una forma de honrar la vida.
Sin embargo, el ícono mariano que hoy preside esta cofradía tiene una historia mucho más antigua. Registros históricos datan su llegada a la ermita del Barrio de San Lázaro en 1770, apenas un año después de la culminación de la magnífica decoración del retablo mayor y las capillas laterales. Fue entonces cuando la imagen de Nuestra Señora de los Dolores comenzó a recibir culto, convirtiéndose en un símbolo de esperanza y consuelo para el barrio.
Las crónicas de aquella época relatan cómo la comunidad acogió con fervor a la sagrada imagen, estableciendo un vínculo que trasciende el tiempo. El amor del barrio por su Virgen fue tal que en 1800 se erigió un camerín para realzar su presencia. Esta pequeña capilla, que sobresalía de la estructura original de la ermita, albergaba la devoción y los sueños de todos aquellos que encontraban en ella un refugio espiritual. Pero el paso del tiempo no fue benevolente, y en 1914, durante las reformas necesarias para recibir a las Hermanas Trinitarias, el camerín fue eliminado, dejando un vacío en el corazón de los feligreses.



A lo largo de los años, la imagen de la Virgen del Amor y el trabajo ha sido objeto de un cariño y aprecio inquebrantables por parte de hermanos, devotos y vecinos. Este amor se ha manifestado en distintas formas, pero quizás la más reciente fue este viernes, en su regreso tras la reciente restauración llevada a cabo por el granadino Jesús Salas, quien; junto a su equipo de restauración, se embarcó en una misión para devolverle a la Virgen su esplendor original. Durante toda la jornada estuvo rodeada por su gente.
La intervención no solo se centró en la preservación estética, sino también en la estructura que sostiene la imagen, asegurando que su legado perdure para las generaciones venideras.
Preservar no solo una imagen, sino la devoción colectiva que representa
La restauración abarcó dos aspectos esenciales: refuerzo estructural y tratamiento de las policromías. Para el primer aspecto, se llevó a cabo un meticuloso trabajo en las uniones de los tableros que conforman el faldón de la imagen, utilizando bandas de lino encoladas desde el interior. Asimismo, se cerraron las aberturas del altar con listones de pino, integrando pletinas de refuerzo para evitar futuras deformaciones. Cada acción realizada resonaba con la intención de preservar no solo una imagen, sino la devoción colectiva que ella representa.
El segundo aspecto, el tratamiento de las policromías, fue igualmente notable. Se eliminó el barniz envejecido y la suciedad acumulada a través del tiempo, restaurando las tonalidades originales del rostro y las manos. Un hallazgo inesperado durante este proceso fue la reaparición de dos lágrimas que habían sido borradas en intervenciones pasadas. Gracias a la colaboración de la Junta de gobierno de la cofradía, se hizo posible recuperar estas lágrimas, distribuyendo su presencia de manera más armoniosa y devolviendo a la imagen su plena expresión emotiva.
Una vez culminados los trabajos, se aplicaron diversas capas de barniz, asegurando así la protección de la obra restaurada, un símbolo de la fe y la perseverancia de una comunidad que nunca olvidará a su Virgen. La historia de esta Virgen es un testimonio del poder del amor y el trabajo conjunto, un viaje que une corazones y epopeyas, uniendo pasado y presente en un solo hilo de oro que sigue brillando en el alma de Granada.
Con cada detalle restaurado, la Virgen no solo vuelve a ser un objeto de veneración, sino un recordatorio palpable de la devoción arraigada en el espíritu de quienes la han acompañado a lo largo de los siglos. Amor, trabajo, fe y comunidad: he aquí la esencia de su advocación.
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