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María Dolores Martínez
Sábado, 1 de febrero 2025, 09:13
El decano de la Facultad de Teología de Granada, Ignacio Rojas Gálvez, ha sido el encargado de cerrar por todo lo alto la II Semana ... Bíblica Diocesana, que este año ha llevado por título 'Un solo corazón, una sola alma'. Las cuatro ponencias y la Lectio divina que han integrado la programación han estado centradas en la comunión, tema del segundo paso del Plan Pastoral Diocesano. La última sesión, celebrada en el Colegio Mayor Cardenal Cisneros, llevó por título la cita 'Os lo anunciamos para que estéis en comunión con nosotros' (1Jn 1,3).
La presentación del ponente corrió a cargo de la religiosa dominica, doctora en Teología Bíblica y profesora de Sagrada Escritura Carmen Román Martínez. En sus cariñosas palabras se refirió a Ignacio Rojas como «un enamorado de la Palabra de Dios. La ora, estudia e interpreta y sabe transmitirla con alma de poeta». Así lo demostró el religioso trintiario al adentrarse en el Prólogo de la primera carta de san Juan y en su contexto histórico de finales del siglo I. Con la autoridad que le da su posición de liderazgo sobre la comunidad, san Juan «pone los fundamentos y recuerda lo que se ha recibido y transmitido en la Iglesia». Se trata de un tiempo de maduración en la fe para estas primeras «comunidades de resistencia» al tener que enfrentarse a problemas externos, pero también a una conflictividad interna por ser «una argamasa de grupos culturales diferentes».
En el primer versículo de este Prólogo de San Juan, el evangelista se centra en el nacimiento de la comunidad desde una experiencia «desde los sentidos» («lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca del Verbo de la vida»).
En referencia a la comunión, Ignacio Rojas hizo hincapié en la necesidad de dar testimonio cristiano, compartir la experiencia de la fe y convertirla en algo dinámico. El propio Jesús se convirtió en un experto en humanidad para acercarse al hombre y mostrar su compasión. La dinámica de la comunión joánica, cuyas raíces se asientan en la Trinidad, es la que nos llevará a una «alegría completa». Para llegar a Dios, que es «luz, padre y amor», hay que hacer un itinerario que exige «pasar por el hermano» y presentarnos desde lo que somos, con nuestras fortalezas y debilidades, porque la comunión exige verdad. Esta comunión compromete y lo que limita ese amor (ágape en clave joánica) es el miedo. «El amor perfecto expulsa el temor porque no espera nada. Jesús se nos ha adelantado en todo, incluso en su forma de amar, al darnos todo un Vademecum». Sin un tú, «no hay comunidad, sino un yo que se eleva a la enésima potencia». De ahí, el valor de la «experiencia del encuentro con Cristo, de la que brota la comunión», destacó entre sus conclusiones.
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