El Cristo de los Gitanos arropado a su salida.

El día del Sacromonte

La cofradía de Los Gitanos subió a su barrio

Fernando Argüelles

Jueves, 24 de marzo 2016, 03:06

Hace unas semanas bajaban desde el Sacromonte, en parihuelas, el Cristo del Consuelo y su Madre hasta el templo del Sagrado Corazón de Jesús en ... la Gran Vía. Ayer tocaba volver hasta la abadía.

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Minutos después de las cinco de la tarde, debido a cierta inestabilidad meteorológica, se ponía en la calle el cortejo de la hermandad, en el que el color cobre, tan típico del barrio de las cuevas de Granada, es característico. Es esta, sin lugar a dudas, la cofradía más universal de nuestra Semana Santa, cuya imagen más trasciende y la más conocida fuera de nuestros límites provinciales.

Dificilísima la salida de la hermandad por la puerta ojival del templo, con un tremendo esfuerzo por las cuadrillas de ambos pasos. Momentos en los que los centenares de personas que llenaban la Gran Vía contenían la respiración para romper luego en sonoras ovaciones que se confundían con los gritos de vivas al Cristo del Consuelo y su Madre del Sacromonte. Contó la hermanad con el acompañamiento de la Banda de Cornetas y Tambores de Jesús del Gran Poder y la Unión Musical de Ugíjar, que debutaba así en la Semana Santa de la capital.

Tras recorrer el centro de la ciudad y hacer estación de penitencia en la Catedral, el regreso de la hermandad estuvo lleno de imágenes bellas, pasando el cortejo a los pies de la Alhambra por la Carrera del Darro y Paseo de los Tristes. En la Cuesta del Chapiz una marea humana esperaba la llegada del cortejo, para ver como los pasos ascendían por esta complicada pendiente antes de adentrarse en el Sacromonte. El paso de la procesión por el barrio del Camino del Monte, camino de su sede, entre bengalas, hogueras y cantes gitanos, constituye su momento más popular, y que cada año se vive con auténtica pasión. Saetas, palmas, hogueras toda la pasión del pueblo gitano y de los habitantes del barrio del Sacromonte se dan cita en una noche sin igual. Hasta las puertas de las cuevas regresan los vecinos del barrio que se fueron a vivir lejos, mezclándose con granadinos y turistas en unas horas inolvidables para quien las vive.

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