Contracrónica de la Semana Santa
137 emociones debajo del costalLos costaleros de la Cañilla, con ganas de procesionar después de cuatro años en blanco, portaron con maestría al Señor de la Humildad y la Soledad en una estación de penitencia inolvidable
Fuera se escuchaba el murmullo. El murmullo de Granada. Dentro, el silencio. La banda sonora del Martes Santo. Las puertas de la iglesia de Santo ... Domingo, iluminada ya por los rayos del ocaso, se abrían ayer a las 19.25 horas para que la Cañilla iniciara su estación de penitencia. Todas las estaciones de penitencia son únicas; esta también especial. Muy especial. Tras cuatro años en blanco entre pandemias y lluvias, la hermandad procesionaba como Dios manda. Había ganas de Cañilla. Y Granada respondió.
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Aunque la historia que les voy a contar, la de sus dos cuadrillas de costaleros, empezó a escribirse mucho antes. El 17 de febrero. Ese día estaban citados los portadores del Señor de la Humildad –los de la Soledad, el 3 de marzo– para la primera 'igualá'. 43 altos y 43 bajos. Jóvenes y no tan jóvenes unidos por la devoción y las ganas de darlo todo durante las cuatro horas y media que esta cofradía casi centenaria, fundada en 1926, precisó para salir y 'encerrarse' en su templo.
Los chaveas estaban convocados a las 17.15 horas. Algunos quedaron un rato antes, en el Sota o en el Jerez, para darse un abrazo y tomarse un café. Momentos de distensión, de camaradería y de una amistad fraguada bajo al costal. Al frente de todos, el capataz general, Alberto Ortega, un señor que lleva dos décadas dirigiendo estos dos pasos junto a su equipo. «Con algunos de ellos llevo más de veinte años; nos conocemos a la perfección», confesaba antes de iniciar la función. «Esto es un trabajo colectivo, pero ahí abajo hay 137 emociones individuales», aseguraba Alberto en referencia a su gente. El Señor de la Humildad es llevado por dos grupos de 43 costaleros y la Soledad, por otros dos de 28 y 23, que se relevan a lo largo del el itinerario.
Todo funcionó con precisión milimétrica. Una pequeña desviación en la maniobra de salida puede destrozar un patrimonio que vale mucho dinero y que atesora importante valor artístico. Para que se hagan una idea, el portalón de Santo Domingo tiene una anchura de 2,50 metros y el paso del Señor de la Humildad mide 2,45. Cualquier balanceo en este momento crítico, por leve que sea, puede tener unas consecuencias fatales. Lo mismo hacia arriba. La lanza del romano, más conocido entre los cofrades como Hernán Cortés –porque sus ropajes son más del medievo que del Imperio–, se eleva hasta dos centímetros escasos del dintel. «Juntamos los talones y el movimiento se acompasa más rápido para no irnos a los lados», comentó Alberto.
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Una operación que entraña enormes dificultades al principio y al final. «Después de más de cuatro horas llevando entre 30 y 40 kilos por barba, el cansancio es un condicionante importante». Es básico que la diferencia de estatura en cada turno sea la menor posible para que el peso esté bien distribuido –para medir se toma la referencia de la séptima vértebra–. Pero también es igual de relevante el punto de motivación del discurso de Alberto. «Hay que tocar el corazón, pero midiendo, evitando parafernalias pensadas más para los de fuera que para los de dentro». Es el instante de las 'levantás' –las dos primeras estuvieron dedicadas en esta ocasión a los hermanos que faltan y a Santiago Gómez, un vecino del Realejo enterrado este mismo martes–. Es el momento de la liturgia del 'esta es'. Del golpe de martillo. Y del 'al cielo con ella'.
La coordinación es importante, aunque también es igual de importante que la cuadrilla esté en forma. «Les aconsejamos que se cuiden», refirió Alberto Ortega. Que hagan ejercicio de piernas para endurecer cuádriceps y espalda, las partes del cuerpo que soportan mayor carga. «Pueden producirse tirones y contracturas, aunque el que está ahí nunca abandona, te lo garantizo», dice Alberto, seguro de lo que habla. «Además, les pedimos que coman bien y que eviten el consumo de alcohol, que, por supuesto, está prohibido en el transcurso de la procesión». También saben perfectamente cuándo y dónde tienen que turnarse con los compañeros. No es casual. Hay tramos que, por sus características, es más conveniente que vayan los 'bajos', como en la salida, y otros que les va mejor a los 'altos'.
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El cuerpo de costaleros está en en el ADN de la Cañilla, una cofradía sin la que no se entiende el Martes Santo en Granada.
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