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¿Sirve de algo el castigo?

¿Sirve de algo el castigo?

No te sorprendas si por dejarle sin la consola o sin tele no logras que corrija su comportamiento. Es más efectivo reforzar conductas alternativas correctas con alabanzas y premios.

Amparo Estrada

Viernes, 25 de noviembre 2016, 10:35

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Seamos sinceros. Los niños son adorables hasta que te desquician. En realidad, cuando castigamos a un niño lo que hacemos es dar rienda suelta a nuestro enfado y a nuestros nervios. Por eso, los castigos o las regañinas no surten efecto. ¿Cuántas veces has dicho 'por más que le castigo no cambia'? Y si surten algún efecto es sólo en el momento inmediato sin que sirvan para corregir una conducta de manera permanente, incluso generalmente provocan reacciones emocionales negativas en el niño. Así que, si vas a castigar a tu hijo, lo primero es calmarse y pensar qué hacer.

Mucho más efectivo que el castigo es reforzar las conductas adecuadas. Por ejemplo, una situación que se da con cierta frecuencia. Estás en un restaurante, tu hijo pequeño pide una cosa gritando y cuanto más le dices más grita. La solución no es castigarle sino dejar de hacerle caso cuando grita, explicarle cuál es la manera de pedir las cosas y sólo atenderle cuando deje de chillar. De esta forma, estás reforzando una conducta incompatible con la anterior y que, además, es positiva: él aprende una alternativa para obtener algo y es reforzado por ello. Es cierto que hay que tener los nervios muy templados para aguantar los gritos de tu hijo a la vez que las miradas atravesadas de los extraños que no han sido padres y no han pasado por ello.

El primer paso cuando queremos reforzar conductas alternativas a la que se quiere corregir es que los niños entiendan cuál es el comportamiento incorrecto y que se den cuenta de que con él no van a conseguir nada. Por el contrario, una buena conducta tiene premio. Ese premio no tiene por qué ser material. Una alabanza junto con una sonrisa o un abrazo es el mejor refuerzo. Los niños están deseosos de ser apreciados y valorados por sus padres. Nunca sobran los elogios -tampoco cuando eres adulto-.

Otra cosa a la que hay que prestar atención especialmente es a que el refuerzo sea inmediato a la conducta. Debe pasar el mínimo tiempo posible -se recomienda no superar los 30 segundos, aunque es cierto que en ocasiones también es eficaz el refuerzo demorado- y no deben sucederse otras conductas en ese intervalo. Si las hubiera, el problema estribaría en que el significado del refuerzo podría transferirse a estas otras conductas. Por todo ello, hay que controlar muy bien tanto que el niño comprenda cuál es la conducta que estamos premiando, como el intervalo de tiempo entre que el niño emite la conducta y nosotros le reforzamos.

También podemos acudir a correctivos educativos. ¿Tu hijo ha pintado toda la pared o ha tirado el puré porque no le gusta? En este caso se podría aplicar lo que en psicología se denomina 'sobrecorrección restitutiva' y que podríamos considerar un 'castigo benigno': tendrá que limpiar la pared o la mesa y otras superficies de la casa ya que se trata de una sobrecorrección. Esto funciona muy bien sobre todo entre los más pequeños. Y no hace falta repetir que hay que hacerlo sin gritar.

Cuando los padres pasan muchas horas en el trabajo, el niño puede comportarse mal como protesta. ¿Qué hacer entonces? Lo primero es explicarle cuáles son las razones de que su madre o su padre pasen tanto tiempo fuera de casa (los mayores tienen que trabajar muchas horas, me gustaría poder pasar mas tiempo contigo pero podemos jugar cuando salga del trabajo, etc) Esto es importante para que el niño no se sienta en ningún momento abandonado y entienda cuál es la situación. Aquí podemos también emplear el reforzamiento diferencial. Una vez sabemos que el niño quiere llamar la atención por la cantidad de tiempo que pasamos fuera le explicamos cuál es la conducta alternativa que vamos a reforzar: Vamos a jugar juntos o vamos a leer un cuento si, y solo si, me dices como te sientes (triste, enfadado) y pides por favor lo que quieres. Si los niños son muy pequeños, es poco probable que ellos mismos sepan por qué están enfadados o tristes. En este caso, lo que podemos emplear es una economía de fichas. ¿Qué es esto? Un procedimiento en el cual el niño comienza disponiendo de unos reforzadores (que son unos premios que habremos elegido previamente), que recibirá ante determinadas conductas (que también habremos determinado). Cada vez que lleguemos a casa, si emite estas conductas le entregaremos el premio-reforzador y si se porta mal, no. Para que lo entienda, puede ser de utilidad exponérselo como si se tratara de un juego. Hay que ser constante con este proceso. De otro modo, el niño no aprenderá cuáles son las conductas apropiadas y cuáles son un problema.

A veces no es que haga algo malo sino que lo hace muchas veces. Lo típico de un viaje en coche cuando el niño pregunta veinte veces ¿cuánto queda? El pequeño tiene derecho a saber si aún falta mucho, el problema es el número de veces que lo pregunta. En este caso, al principio del viaje se le puede explicar: vas a poder preguntar 'cuánto queda' X veces, si cuando lleguemos a nuestro destino lo has cumplido, recibirás un premio.

Por otro lado, hay veces que el niño tiene esos comportamientos porque no ha aprendido otros y no sabe qué otra cosa hacer. Los puede haber aprendido observando a los demás y se los hemos reforzado sin darnos cuenta. Si este es el caso, no debemos culpar al niño sino enseñarle a actuar de otro modo. Y todo aprendizaje requiere tiempo y práctica.

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