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Votar sin excusas

Votar sin excusas

Nos jugamos mucho más que el reparto de escaños; nos jugamos la estabilidad política y la convivencia solidaria del país

EDITORIAL

Domingo, 28 de abril 2019, 01:09

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Las urnas de la democracia están dispuestas desde las nueve de la mañana para recoger el voto de más de 36 millones de ciudadanos con derecho a elegir a sus representantes en el Congreso y en el Senado. La sociedad española tiene la oportunidad, una vez más, de decidirse sobre su futuro político. Los estudios demoscópicos señalan que, en esta ocasión, puede haber cinco formaciones que obtengan entre un 10% y un 30% del voto efectivo. Y que el Parlamento resultante podría estar compuesto hasta por una decena de opciones más. Tan amplia oferta en un momento de incertidumbres puede explicar que todavía hoy haya personas indecisas en cuanto a la papeleta por la que se inclinen finalmente. Pero ni siquiera el desagrado que hayan generado en muchos ciudadanos los términos en los que ha discurrido la larga campaña justifica abstenerse ante una cita tan crucial y ante tan amplio abanico de propuestas. Hasta el más escéptico de los ciudadanos encontrará, aunque sea por descarte, el modo de validar su derecho de participación política. Hoy será la decimocuarta vez que se elijan en libertad las Cortes Generales, desde aquel 15 de junio de 1977 que diera inicio al proceso constituyente. Ante convocatorias anteriores, la sociedad española pudo dividirse entre quienes -por su juventud- percibían cada cita electoral como una suerte de trámite oportuno o prescindible, según los casos; mientras que las personas más veteranas reconocían en las urnas la realización de derechos que no pudieron alcanzar hasta hace cuatro décadas. Esta vez hay muchas razones para que, desde quienes acaban de llegar a la edad mínima para el ejercicio del sufragio universal hasta aquellos que votaron ya en 1977, la sociedad entera acuda a las urnas; no solo en cumplimiento de un deber ineludible moralmente, sino como un modo de expresar los respectivos y diversos intereses que conviven en nuestro país. La participación electoral contribuye a legitimar socialmente las instituciones de la democracia representativa. Ésta se vuelve más discutible y frágil cuando los ciudadanos eluden pronunciarse con su voto, y la omisión de muchos permite que se haga valer el sesgo activista de unos pocos. Hoy no solo se reparten los escaños, en función de la confianza que a los electores merezca cada partido o cada candidato. Hoy el país se juega mucho más: su estabilidad política en un mundo global, su identidad democrática frente al cuestionamiento múltiple del orden constitucional, y su convivencia solidaria como principio rector y condición esencial de un progreso compartido.

Un voto responsable. Hoy ejerceremos nuestra libertad de voto con el recuerdo de nuestros mayores, en compañía de los seres más queridos, y preguntándonos sobre el signo de las papeletas que depositen los convecinos. Votaremos además ante la preocupación que el futuro político inmediato de España despierta en las sociedades de nuestro entorno; entre empresas e inversores que esperan el escrutinio de hoy para hacerse una idea de lo que puede significar la apuesta por el país de los españoles. Cada voto que se deposite en la urna merece la misma consideración, en términos democráticos, que cualquier otra papeleta. Pero un escrutinio tan ajustado como el previsto interpela a cada votante sobre la utilidad de su gesto en relación al objetivo último que pretenda alcanzar. Emplazamiento que no debiera coartar la libertad de voto. Del mismo modo que ni electos ni electores debieran asistir al recuento de esta noche con un ánimo excesivamente alterado por sus deseos, ante la eventualidad de que estos no se vean correspondidos por el comportamiento electoral de los demás.

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