El virus del edadismo, el castigo por cumplir años
No atender a las personas mayores por el simple hecho de tener más años, es una discriminación inadmisible: es inmoral, vulnera los Derechos Humanos y va contra la Constitución Española. Una sociedad que deja morir a las personas mayores es una sociedad podrida
manuel martín garcía
Sábado, 20 de junio 2020, 22:58
Nuestra esperanza de vida ha aumentado muchísimo. En España en el año 1900 era sólo de 45 años para los hombres y 48 para las ... mujeres. Actualmente España es uno de los países con mayor esperanza de vida de Europa y del mundo. Según un estudio realizado por la Universidad de Washington, España se convertirá en el país con mayor esperanza de vida del mundo en 2040. A pesar de estos datos, en la actualidad nos estamos enfrentando a la increíble paradoja de que esta esperanza de vida que se ha ido alargando progresivamente, resulta que ahora es un problema. Este logro importante es ahora percibido como un grave obstáculo para determinados políticos y economistas de mirada cruel.
La pandemia del coronavirus está visibilizando muchas crudas realidades que estaban delante de nuestros ojos y no las queríamos ver. Una de esas indecentes realidades es la de elegir entre la economía o las personas mayores. Son formulaciones que plantean que o se sacrifica la economía o se sacrifica a las personas mayores. Tal cual lo sentenció el vicegobernador del Estado de Texas, Dan Patrick: «Mi mensaje es que volvamos al trabajo, volvamos a la vida, seamos inteligentes, y aquellos de nosotros que tenemos más de 70 años, ya nos cuidaremos de nosotros. No sacrifiquemos el país».
Haciendo una imitación al título de la película 'Que se mueran los feos', Taro Aso, ministro Japonés de Finanzas, culpó a las personas mayores del elevado gasto sanitario de su país e instó a los mayores a que «se dieran prisa en morir» para aliviar los gastos del Estado en sanidad.
La actual crisis provocada por la Covid-19, que sin lugar a dudas afecta a toda la ciudadanía, certifica también la discriminación tanto directa como indirecta que sufren las personas mayores. El edadismo o discriminación como castigo por cumplir años, desgraciadamente es un fenómeno casi global que ha marcado la cultura occidental, donde se estigmatiza a estas personas como una carga para nuestras sociedades; pero que ahora, debido a la afectación del coronavirus se ha puesto más de relieve, saliendo a la luz pública situaciones de arbitrariedad a la hora de seleccionar a las personas en función de su edad en los centros sanitarios. También hemos podido observar la situación de precariedad en la que se encuentran algunas residencias de mayores y la escasez de recursos de protección con los que cuentan los servicios de atención a este colectivo, causando que no se cumplan tanto en algunas residencias, como en los servicios de ayuda a domicilio, los protocolos de actuación y atención seguidos con el resto de la población.
Esta crisis ha dado lugar igualmente a la proliferación de discursos de odio y comentarios despectivos dirigidos a las personas mayores. Las redes sociales, por ejemplo, han sido testigos de comentarios y etiquetas crueles, inhumanas y discriminatorias con los mayores.
Hay hechos que valen más que mil palabras, esta es una verdad que todos hemos podido comprobar y lo estamos confirmando en esta pandemia con lo que está ocurriendo con las personas mayores. Está de moda hablar del envejecimiento, pero ellos no están de moda. En las campañas electorales es cuando los políticos parecen acordarse de las personas mayores; por las mismas fechas y con las mismas promesas. Pero, de nada sirve llenarse la boca de discursos bonitos sobre nuestros mayores, si no empezamos a luchar contra el virus del viejismo o racismo de la edad. Todo lo demás está de más y mientras decimos una cosa con palabras, con los hechos estamos queriendo 'que se mueran los viejos'.
La Covid-19 se ha ensañado con nuestras madres, padres, abuelas y abuelos. Con aquellos que sufrieron guerra, hambruna, represión y explotación. Con los que pelearon duro por nuestros derechos, nos ayudaron a estudiar y cuidaron de nuestros hijos. Con los que padecieron varias crisis y aun así ayudaron con sus pensiones. La mitad de personas fallecidas por el virus vivían en residencias de ancianos. Miles de personas mayores han muerto y en muchos casos se ha permitido que sean los últimos.
Por ello, y como ya dije, es muy necesario luchar también contra otro virus silencioso, pero igualmente peligroso, agresivo, extendido, altamente letal y extremadamente contagioso: el virus del edadismo, del castigo por cumplir años. Ese 'ismo' cruel que valora más la economía que la vida de los mayores. Al racismo y machismo hay que sumar este otro que consiste en atentar contra los derechos humanos despreciando a los mayores con el razonamiento de que ya han vivido bastante y es mejor preocuparse de los jóvenes. Las personas mayores han trabajado muy duro para conseguir vivir más tiempo, y, sin embargo, hoy el envejecimiento es un problema. El envejecimiento no es un problema.
Ahora que el término 'memoria histórica' está tan de moda y se utiliza con frecuencia como concepto que viene a designar el esfuerzo consciente de los grupos humanos por encontrar su pasado, valorándolo y tratándolo con especial respeto, existe otra memoria histórica que hay que reivindicar y poner en valor: las personas mayores. «Un viejo que muere, es una biblioteca que arde», dice el refrán. Son los seres humanos los que construyen la historia y se ven afectados por ella.
Los Derechos Humanos no envejecen. Las personas mayores tienen siempre, –aun en situaciones de crisis– el mismo derecho que los ciudadanos más jóvenes. No atender a las personas mayores por el simple hecho de tener más años, es una discriminación inadmisible: es inmoral, vulnera los Derechos Humanos y va contra la Constitución Española. Una sociedad que deja morir a las personas mayores es una sociedad podrida.
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