Pepe 'El Tomillero' duda entre la risa y el llanto tras escuchar las vicisitudes que una vecina transmite vía oral a la concurrencia. Cuenta en ... detalle la pequeña odisea vivida tras decidir, como ha hecho en los últimos años, acudir al gimnasio del barrio con el propósito de mantenerse en esa línea de salud activa que se recomienda y pregona a los cuatro vientos por parte de la autoridad competente. Y es que cree que no es de recibo las dificultades que, en el año y siglo que vivimos, hay quien sortear para en las próximas semanas machacarse en la sala deportiva. Ni siquiera pienso en si la culpa de lo que ha tenido que superar es de la alcaldesa, del jefe del Patronato Municipal de Deportes, del concejal, del comité de empresa, del jefe de personal, del conserje o de la propia ciudadana -y al resto de la ciudadanía cañaera, costacabanera, alquianera y demás eras- a la que se le ocurrió la idea de mantenerse en forma. El caso es que a alguien, o a todos los que participan en la Administración local, no se les pudo ocurrir mejor idea que hacer que los ciudadanos –no los que dirige Arrimadas y a nivel local llevan Rafael Burgos o Miguel Cazorla, sino los ciudadanos y ciudadanas en general– tuvieran que desplazarse a las instalaciones deportivas de El Toyo para apuntarse a las clases, que para ello se les fijara hora y día encima coincidente con la entrada al colegio de los nietos, desarrollo de labores domésticas, otras citas-, y que, según la empresa de transportes urbanos Surbus, acudir desde La Cañada de San Urbano a las instalaciones deportivas de El Toyo solo es posible hacerlo en la línea 15 (Circular Levante) con una frecuencia de 90 minutos. Bien es verdad que también, echando bocadillo y agua, pueden acceder si se montan en el bus de la línea 20, que tiene parada en el Hospital de Alta Resolución desde el que hay al lugar de la cita un largo trecho, más o menos como el que recorren los jóvenes concejales en las procesiones varias que hay en la ciudad y más largo que el que hacen el día de San Esteban.
Hay que añadir que como sólo había 30 plazas para el gimnasio, muchas de las candidaturas a 'corpore sano' se quedaron en eso, candidaturas y otras tuvieron que cambiar el 'gym' por el baile o el ritmo para no perder el viaje porque, como ya estaban allí y no iban a irse con las manos vacías y con el equipo deportivo comprado, cualquier cosa valía, en un alarde práctico de 'para el hambre no hay pan duro'.
De cara a los próximos meses en los que los políticos locales irán a los barrios a pedir el voto, no estaría de más que les recordáramos esta anécdota y le exigiéramos ser más consecuentes con sus decisiones porque no cabe duda de que ha sido un político -y además de los que cobran sueldo- quien ha decidido que la ciudadanía de La Cañada y de otros barrios de más allá del río tuvieran que desplazarse 11 kilómetros para inscribirse -22 en ida y vuelta-, en un autobús -las personas mayores no suelen disponer ya de coche- con una frecuencia que ningún miembro de la Corporación quisiera para él. Quizá, por sentido común, podrían haber desplazado una mañana al funcionario municipal encargado de las inscripciones a la oficina municipal del barrio, o haber delegado en cualquiera de las asociaciones de vecinos -hay dos que reciben subvenciones- como intermediarios en la tramitación. Pero no, aunque peor hubiera sido que en lugar de en El Toyo los hubieran citado en Cabo de Gata.
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