Verano... Yupi

Puerta Purchena ·

elena sevillano

Martes, 5 de julio 2022, 23:17

Mi retoño lleva 15 días de vacaciones. La primera semana no lo notamos tanto porque lo metimos en el campus de verano de su escuela ... de baloncesto, que tenía, Dios los bendiga, horario de 9.00 a 14.00. Pero eso se acabó y ahora hay un niño que se ha ganado un descanso pero ha de convivir, libre de ataduras académicas, con unos padres que siguen a pico y pala delante del ordenador. Mientras miramos otros posibles campamentos y actividades con los que poder conciliar, el susodicho está disfrutando del que probablemente sea el mejor comienzo de verano de su vida. En estos 15 días ha tenido una excursión, dos barbacoas infantiles y varias invitaciones a casas ajenas, nada menos.

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Que un amigo invite a tu hijo es estupendo, pero sabes que a la siguiente te toca a ti. Así que, en justa correspondencia, el otro día tuve a seis en casa, más el mío. Son muy buenas criaturas pero, con esos pulmones casi sin estrenar que lucen, chillan como posesos. Comieron pizza y, cuando ya no hubo manera de contenerlos, salieron cual toretes a la piscina. ¿He dicho ya que chillan mucho?

La experiencia de pastorear a siete niños siete de entre ídem y 8 años en una piscina puede ser más o menos estresante según cómo quieras tomártela. Si eres asustadiza, entre saltos, peleíllas y panzazos varios, estarás al borde de la apoplejía todo el rato. Personalmente me considero una madre bastante relajada, y no entraba en mis planes prestarles una atención excesiva –todos nadan bien y han superado con éxito 2º de Primaria, así que entiendo que algo de cabeza habrán echado–, pero reconozco que pequé de optimista cuando me senté en una silla en el césped, en plan vigilante de la playa cutre, con mi ebook en la mano. No falla, empiezas a leer y una voz con chifle te interpela: «Mamá de Dani, que xxxx (insértese el nombre del villano, que un número significativo de veces era el de Dani himself) me ha hecho xxxx (espacio para la ofensa recibida)». Dejas el libro con un suspiro y te aprestas a escuchar a defensa y acusación, y a emitir veredicto.

Cuando la madre-pastora grita: «¡Merienda de chocolate!», inmediatamente se para el juego y ves venir una avalancha manoteante. Es en ese momento cuando tienes que completar la frase: «...¡Para el que se coma la fruta!». Oyes el derrape de 14 pies y el rechinar de siete mandíbulas pero ya es tarde para ellos porque han establecido contacto visual con el chocolate, que los ha atrapado en su órbita. Que me perdonen Juan Revenga y Julio Basulto, porque es un truco rastrero y con la comida no se debe hacer chantaje. Solo diré en mi defensa que el verano es más oscuro y alberga más horrores que la noche de Juego de Tronos.

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Hay que tener cuidado con ordenar a un miembro de la chavalada que salga de la piscina cuando ha hecho algo indebido (por expresarlo finamente). Es un castigo horroroso, el peor posible. Yo solo utilizo ese cartucho cuando la cosa ha sido verdaderamente grave, porque es jugar con fuego. Supongamos que te pones digna, a pie de piscina, señalando con dedo acusador al infractor: «Fulanito, castigado cinco minutos fuera de la piscina. ¡Sal ahora mismo!». Si el niño en cuestión es temeroso de Dios y sale, has triunfado, pero como topes con uno rebelde que, al escuchar tu voz tronante, llena de autoridad, se limite a meter la cabeza debajo del agua fingiendo que no te escucha... ahí tienes un problema, lo digo por experiencia.

Y último consejo, que por otra parte nadie me ha pedido (ni éste ni el resto): o los padres se ponen de acuerdo para recoger a su prole a la vez y que la fiesta termine para todos al mismo tiempo, o el primero en tener que irse mascará frustración y escupirá agravios durante la cena. Advertidos quedan.

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