Cazorla celebró el pasado lunes su VII Gala del Deporte, en la que fueron reconocidos una veintena de deportistas, clubs, empresas y personas ligadas al ... deporte local, así como un nutrido grupo de profesionales de este ámbito a nivel nacional. Un evento al que nunca he faltado por diversas razones, pero al que siempre acudo con peor ánimo del que salgo. Y es que el Teatro de la Merced, templo de la tan alabada cultura cazorleña – para la que, sin embargo, no hay galas ni reconocimientos anuales – , se llena hasta la bandera de gentes de todas las edades, pero sobre todo de jóvenes ligados a los distintos clubes del municipio. Para ovacionar a sus amigos, familiares, compañeros de disciplina o a alguno de sus entrenadores o directivos; pero también para poder ver en carne y hueso, y poder cruzar incluso unas palabras, con los deportistas de élite o los personajes de la comunicación deportiva que son reconocidos en esta Gala, casi todos ellos muy populares y seguidos a través de la televisión, la radio o las redes sociales.
Por suerte, nadie de 'El Chiringuito' – ese 'Sálvame' infumable del fútbol – ha sido galardonado este año, con lo que mi desazón previa se vio notablemente suavizada. Sí lo fue alguien tan querido allá por donde pasa como es José Guerrero 'El Yuyu'. Toda una institución en su Cádiz natal por su inconfundible sentido del humor, que presume de una carrera de más de tres décadas haciendo radio en Canal Sur y en la Cadena Ser. Siempre con su particular estilo humorístico, marcado por la brillantez, la ironía y la absoluta ausencia de chabacanería, subrayó ante el micrófono la necesidad de «ponerle un poco más de humor al deporte y a la vida». Todo un mirlo blanco a día de hoy.
Si a esto sumamos que los otros rostros populares premiados fueron el gran baloncestista Carlos Cabezas y el árbitro internacional José Luis Munuera Montero, pues miel sobre hojuelas. Del primero qué más se puede decir que su camiseta cuelgue, junto a la de Berni Rodríguez, en lo más alto del 'Martín Carpena' malagueño. Éxito y bonhomía corren por sus venas y así se le ha reconocido mil veces tras su retirada. Del segundo, tan solo al observar su prestancia a primera vista ya caemos en la cuenta de que podrá arbitrar bien, regular o mal, pero nunca perderá la dignidad. Como tampoco lo harán José Ángel Fernández 'Canales', campeón de España de Ultra Trail –muy conocido en Cazorla por sus exhibiciones en la UTBS 'Bosques del Sur' – Manuela Díaz, campeona de España de Badminton; Mencía Gómez, campeona de Andalucía de piragüismo; Javier Moyano, jugador de fútbol en Primera y Segunda División; o Maite Checa, jugadora internacional de baloncesto.
Pero claro, siempre hay momentos en este tipo de eventos que a uno le llegan más hondo. Como fue el caso de la entrega de su galardón al cazorleño Juan Carlos González Portillo, entrenador personal en Madrid de deportistas de élite como los futbolistas internacionales Lucas Vázquez o Pablo Sarabia, que no dudaron en enviar un video felicitando al homenajeado – que fue proyectado sobre el escenario – . Además, la reproducción de la bóveda de las Ruinas de Santa María se la entregó su buen amigo José Luis Olivares, Teniente de Alcalde. Sentado en mi butaca de entresuelo, muchos recuerdos de vivencias, risas y amistad a los pies de la Alhambra abrigaron ese momento. Los menos felices ya siquiera emergen como una ligera brisa otoñal en mi memoria.
Y tampoco serán fáciles de olvidar las palabras del linarense José Antonio González Beltrán 'Aouita', atleta paraolímpico en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, donde alcanzó el octavo puesto en la final de los 1.500 metros, categoría T20. Tras recibir, muy emocionado, el galardón de manos de Francisco Reyes, presidente de la Diputación Provincial, dijo sin leer y mirando al público: «Mi mayor medalla es seguir corriendo, levantarme tras caerme. De pequeño le dijeron a mi madre que no podría andar, y menos correr. Y aquí estoy… A los niños hay que decirles que corran por amor y por el deporte, no solo por la medalla… Para brillar no hay que apagar la luz de los demás». Sus ojos eran sinónimo de verdad y, por qué no decirlo, del esfuerzo y el sufrimiento de toda una vida de obstáculos. Nadie en La Merced pudo escapar a la emoción de unos sentimientos y unos valores tan puros.
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