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Vacío tras vacío

Editorial ·

Con la salida de May, los enredos de la política británica no pueden convertirse en una baza de Londres para lograr concesiones de Bruselas

Sábado, 8 de junio 2019, 00:56

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La primera ministra británica, Theresa May, abandonó ayer el liderazgo del Partido Conservador y dio paso a partir del lunes al proceso de elección de su sustituto al frente de los 'tories', mientras permanece en Downing Street hasta que uno de esos candidatos se haga con las riendas del Ejecutivo. Todo ello cuando se acerca la fecha límite de la segunda prórroga concedida al 'brexit', el 31 de octubre. Si hasta ahora May no se ha mostrado capaz de reconducir la política institucional en el Reino Unido hacia actitudes más constructivas y conciliadoras en relación a la UE, en las semanas que le restan en el poder se verá tan condicionada por la pugna entre los aspirantes a relevarla en el partido y en el Gobierno que Bruselas poco puede esperar de sus buenos oficios. A no ser que la constatación misma de su partida conduzca a los demás dirigentes conservadores, y especialmente a quienes se postulan para sustituirla, a asumir las responsabilidades que han desatendido hasta ahora a cuenta precisamente de May; a moderarse y racionalizar sus posiciones, empeñándose en evitar un 'brexit' sin medidas que atenúen sus efectos negativos para los británicos y para el resto de los europeos. Durante los tres años del mandato de la 'premier' dimisionaria, los conservadores se han quedado sin la mayoría absoluta por la que ella accedió al cargo. Además, el sistema bipartidista que compartían con los laboristas se ha venido abajo en un sinfín de crisis y divisiones que ha aflorado la contestación ciudadana y que dificultan sobremanera las opciones de quien la releve. Tanto que parece imposible que la política británica pueda recuperar un mínimo de sosiego y cohesión si no median elecciones generales en un plazo razonable y si el propio sistema no asume la eventualidad de un Parlamento atomizado ante el riesgo de que se polarice aún más que con May. Claro que la ineludible perspectiva de ese adelanto electoral determina el comportamiento de los más de 150.000 afiliados conservadores que tienen derecho a designar a su nuevo líder, conminados a nombrar antes a alguien que pueda ganar los próximos comicios que a la persona idónea para apurar los tres meses que distarán entre su proclamación y el 31 de octubre. Las instituciones de la Unión están obligadas a atender desde el respeto y la consideración el proceso de decisiones en el Reino Unido. Pero los enredos de la política británica no pueden convertirse en una baza negociadora por parte de Londres para obtener nuevas concesiones de Bruselas.

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