La urna tras la cortina
Opinión ·
Marcial Vázquez
Jueves, 1 de agosto 2019, 22:27
Cuando en la noche electoral se escuchaban en Ferraz los gritos de la militancia «Con Rivera, no», faltaba la segunda parte del enunciado: «Con Otegi, ... sí». Ha tardado unos cuantos meses en hacerse oficial pero gracias a Chivite y, sobre todo, a Carmen Calvo, ese cerebro privilegiado de Cabra, ya sabemos que la transformación ética y moral del antiguo PSOE de Buesa y Nicolás Redondo es ya irreversible e innegable: el sanchismo ha conseguido que una gran mayoría de la militancia apoye ir de la mano de Herri Batasuna antes que cualquier opción no ya de coalición sino de dejar gobernar a un partido constitucionalista que ganó claramente las elecciones en Navarra, siendo su pecado intolerable que sea de esas 'derechas' convertidas en el «verdadero enemigo» del sanchismo según su profetisa.
Es llamativo que mientras en el partido socialista navarro no saben aclarar cuántos afiliados realmente votaron en ese referéndum donde el 75% apoyó el apoyarse en el partido de Otegi, el censo de Bildu aumentó en solo 3 días un 53%. Si hace un par de décadas el PSOE y el PP iban de la mano en el País Vasco «porque los mataban juntos», en la actualidad el socialismo ha declarado que solo desea la mano de la izquierda abertzale, manera eufemística de llamar a un grupo de proetarras, cuando no de etarras sin arrepentir, que se dedican a homenajear a asesinos que salen de la cárcel y a preparar la anexión de Navarra a los dominios del PNV, auténtico socio antiespañol y euskaldun que desde siempre ha compartido las nueces de los árboles que agitaban los héroes y materia prima de Herri Batasuna. Cuando se alertó de la pérdida y manipulación de la memoria tras la derrota del terrorismo vasco, muchos no entendían a qué se referían esos que «no aceptaban que ETA ya no matase». No hemos necesitado que pasen demasiados años para comprender su significado: blanqueo del pasado terrorista desde las instituciones forales, blanqueo de los crímenes de los terroristas en las plazas de sus pueblos y colaboración sin disimulo del socialismo con Arnaldo Otegi, cocina de autor y sobremesa nocturna incluida, razón Idoia.
Justo sucede todo esto en Navarra mientras Pedro Sánchez es incapaz de ser investido y barones 'españolísimos y antisanchistas' como Lambán consiguen serlo en Aragón con el apoyo de Podemos, de IU y de partidos regionalistas aún no separatistas. Aragón, además, no es el único ejemplo, porque ahí tenemos a Valencia y a Baleares para demostrar como el socialismo actual es perfectamente capaz de pactar con comunistas y separatistas y entregarles, como premio momentáneo, las políticas lingüísticas de exclusión de la lengua española como primer pilar para avanzar en políticas de identidad progresivamente antiespañolas.
De ahí que el cuento -ahora lo llaman 'relato'- de que Pedro no se ha entregado a Podemos ni a los separatistas para no depender de los enemigos de España es algo tan falso y retorcido como los principios y valores a los que el presidente en funciones no quería renunciar para ser investido hace una semana. El sanchismo ya gobierna y progresa de la mano de podemitas, nacionalistas de todo pelaje, separatistas y batasunos allá donde la suma es posible sin necesidad de explicar lo que están haciendo y lo que quieren hacer.
Miremos, por ejemplo, la campaña mediática de la izquierda reaccionaria de acoso a Ciudadanos a costa de algunas deserciones y de la posterior remodelación de Rivera de la cúpula del partido. Esto sumado a la indignación de los puristas guardianes de las esencias democráticas por la configuración del PP a imagen y semejanza de Casado, que ha echado a casi todos los marianistas de los puestos de mando del partido. Ahora resulta que Rivera y Casado son unos tiranos por haber ejercido su poder de una manera solitaria pero mucho más respetuosa y estética que las purgas internas de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez hechas sin piedad para los vencidos.
Es cierto que uno de los rasgos actuales de los liderazgos políticos es la supresión casi absoluta de toda molestia interna y de la capacidad real de libertad de expresión dentro del partido. Por desgracia es un recurso al que no renuncian ni siquiera políticos que, potencialmente, podrían permitir ese 'debate' interno sin ver mermada su capacidad de liderazgo y de dirección. Lo peculiar del sanchismo, más allá de esto, es que ha conseguido una purga no solamente de las personas sino de los valores éticos y morales que alguna vez tuvo, sin duda alguna, el socialismo en España.
No sirve seguir pensando que existe un PSOE socialdemócrata y responsable que resiste como puede al tsunami de Pedro Sánchez, y que cuando el Falcon deje de volar surgirán de sus catatumbas para recuperar ese partido de Felipe y Rubalcaba. Después de lo de Navarra y la doctrina pro Otegi de Calvo, ya nadie puede declararse inocente dentro del partido socialista. A diferencia de Ciudadanos, nadie se ha movido en el PSOE, ni se ha escuchado alguna voz reflexionando sobre lo sucedido en Navarra. Qué lejos quedan esos tiempos donde el socialismo lloraba y enterraba a sus muertos y a los de las 'derechas', cuyo enemigo común era la ETA.
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