Trabajo decente, como Dios quiere
Cuando hablamos de precariedad laboral lo hacemos de vidas truncadas, vulnerables y violentadas; de personas explotadas y abusadas por contratos temporales
Carmelo Donado Campos
Miércoles, 2 de octubre 2019, 02:19
Por quinto año consecutivo, las organizaciones que integramos la Iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) celebramos el 7 de octubre la Jornada Mundial por ... el Trabajo Decente, convocando, para el viernes 4 de octubre, en la Parroquia del Carmen de Granada, una vigilia de oración a las 21.00 para hacer visible la indecente precariedad que sufre el mundo del trabajo. Las preguntas que lanzamos en este 7 de octubre son estas: ¿En qué se ha transformado hoy la dignidad del trabajo? ¿Qué precariedad laboral es la que sufrimos las hijas e hijos de Dios?
Cuando hablamos de precariedad laboral lo hacemos de vidas truncadas, vulnerables y violentadas; de personas explotadas y abusadas por contratos temporales y eventuales, con sueldos que no concuerdan con las horas realizadas, sin seguridad en el puesto de trabajo y sujetos a una flexibilidad que acaba quebrando la dimensión personal de las personas trabajadoras al imposibilitar una verdadera conciliación entre trabajo, familia, descanso, participación social y ocio. Seguimos constatando cómo el trabajo está lejos de ser un derecho que garantice la dignidad de la persona, mientras sigue aumentado el número de trabajadores y trabajadoras pobres.
Como organizaciones y movimientos de Iglesia encarnados en la realidad del trabajo, queremos ser buena noticia en nuestras casas y barrios, lugares de trabajo y centros de estudios. Y volver a recordar que «la política económica debe estar siempre al servicio del trabajo digno».
En palabras del papa Francisco, «cuando la sociedad está organizada de tal modo, que no todos tienen la posibilidad de trabajar, de estar unidos por la dignidad del trabajo, esa sociedad no va bien: ¡no es justa! Va contra el mismo Dios, que ha querido que nuestra dignidad comience desde aquí. La dignidad no nos la da el poder, el dinero, la cultura, ¡no! ¡La dignidad nos la da el trabajo!». Y un trabajo que sea realmente digno, porque hoy «tantos sistemas sociales, políticos y económicos han hecho una elección que significa explotar a la persona».
Sensibles a esta realidad, conscientes de la importancia de establecer puentes y mirando al mundo desde las periferias en las que estamos presentes, en esta Jornada Mundial reivindicamos que:
–Todos los poderes públicos se comprometan de forma activa en la construcción de un sistema económico, social y laboral justo, fraterno y sostenible que sitúe a la persona en el centro.
–El trabajo sea garante de dignidad y justicia, así como del desarrollo integral de la persona, de sus capacidades, dones y vocación, empezando por las personas más descartadas y excluidas.
–El trabajo sea fuente de reconocimiento social y personal, a través de la dignificación de los cuidados, con nuevos planteamientos de políticas sociales, de género y educativas en igualdad entre mujeres y hombres, sin olvidar el derecho a una conciliación real de la vida familiar y laboral.
–El trabajo es para la vida, por lo que es imprescindible que se realice en un entorno de seguridad y salud, con condiciones que garanticen la integridad física y psíquica de la persona, que favorezca el cuidado de la Casa Común y el equilibrio medioambiental.
Como Iglesia estamos llamados a estar alerta para denunciar, desde la ternura, la compasión y el estilo de vida de Jesús de Nazaret, la denigración que está sufriendo la persona y el trabajo.
Unimos nuestras fuerzas y compromisos como gesto profético, e invitamos a toda la Iglesia, a las comunidades, movimientos sociales y personas de buena voluntad a celebrar y reivindicar juntos esta jornada.
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