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Joaquim Torra, presidente de la Generalitat. EFE
Torra, sin escapatoria

Torra, sin escapatoria

Editorial ·

Es inadmisible que el independentismo gobernante siga echando por tierra la credibilidad democrática de la Generalitat

Viernes, 22 de marzo 2019, 00:00

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La Junta Electoral Central (JEC) ordenó ayer a los Mossos d'Esquadra la retirada de símbolos partidistas de los edificios públicos de Cataluña, expedientando al presidente de la Generalitat, Joaquim Torra, por infracción electoral, y remitiendo el caso a la Fiscalía para investigarle por si hubiera cometido un delito de desobediencia. Torra optó por sortear la literalidad de la última instrucción de la JEC, volviendo a significarse a favor de la independencia desde la fachada del Palau. Desafiando al Estado constitucional mediante la evocación de la crisis institucional de septiembre y octubre de 2017. En vísperas de que los seguidores de Puigdemont y los de Junqueras se enfrenten cuerpo a cuerpo en dos lizas electorales consecutivas, la disputa por 'los lazos' trataba de contener la división en el seno del independentismo.

El presidente de la Generalitat jugaba con ventaja, aun corriendo el riesgo de dilapidarla en un regodeo activista excesivo incluso para buena parte del independentismo. De personas de buena voluntad que se preguntaban a qué conducía todo eso, cuando la recreación permanente de una Cataluña paralela se desentiende de los problemas –en algunos casos acuciantes– que afectan a los catalanes en cuanto a su bienestar y a sus perspectivas económicas; mientras las instituciones propias tensionan la convivencia ciudadana. Incluso los integrantes del gobierno de la Generalitat se ven atrapados en un enredo del que desearían librarse; porque son conscientes de no estar al tanto de lo que en cada momento va decidiendo Puigdemont a través de Torra.

La mal llamada 'guerra de los lazos' representa, a la vez, la terquedad secesionista por simular la existencia de un poder republicano independiente, y la extrema debilidad de un independentismo necesitado de confrontarse con el Estado constitucional para eludir sus propias contradicciones, que emanan de su resistencia a aceptar la realidad. Es absurdo calificar de imaginativas o creativas las respuestas que la Generalitat dio al requerimiento de la Junta Electoral Central, porque no cabe jalear la irresponsabilidad y el despropósito ante el cumplimiento de un principio tan básico como la neutralidad institucional ante citas electorales. Tampoco es casual que el PNV anunciara ayer su renuncia a concurrir con el PDeCAT a los comicios europeos. Puede que Torra no se incomode ante la eventualidad de su inhabilitación judicial. Pero es inadmisible que el independentismo gobernante siga echando por tierra la credibilidad democrática de la Generalitat como institución de todos los catalanes.

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