Rubalcaba, el político
Puerta Real ·
Ha sido una de las personalidades más importantes de la reciente historia de España y como tal merece ser honrado y reconocidoJuan Santaella
Jueves, 16 de mayo 2019, 00:21
Decía el intelectual y expresidente checo Vaclac Hável, que «la política es una actividad que requiere, más que otras, sensibilidad moral…, ponerse en el lugar ... del otro, ser humilde y moderado…, en definitiva, ser responsable ante algo que está por encima de mi familia, de mi partido, de mi empresa y de mi propio éxito». Todo ello puede decirse de Alfredo Pérez Rubalcaba, recientemente fallecido.
Profesor de Química Orgánica en la Autónoma de Madrid al que le gustaba su oficio –«lo que apetezco es dar clase», decía–, fue llamado a la responsabilidad pública y dejó la enseñanza para desempeñar los puestos más difíciles. Por la capilla ardiente, montada en el Palacio de Congresos, han desfilado toda la familia socialista, diferentes líderes políticos, representantes de las instituciones del Estado, entre ellos, los Reyes eméritos y los actuales, fuerzas de seguridad a las que dirigió, y miles de ciudadanos.
Rubalcaba ha sido uno de los políticos claves de la transición –que él colaboró a cerrar con el trasvase de poderes de Juan Carlos a su hijo Felipe, en 2014–, y un baluarte fundamental en los gobiernos de Felipe González y de Zapatero. Fue ministro de Educación, de Presidencia y de Relaciones con las Cortes, con González. Después, con Zapatero, ministro del Interior y vicepresidente del Gobierno, donde logró acabar con ETA, gracias a la negociación con ella –lo hizo durante 13 años–, a las fuerzas armadas, a los jueces y a la diplomacia exterior. Según Felipe González, «era el político con más capacidad e inteligencia de la política española. Era capaz de trabajar 16 y 17 horas al día». Era un político decente; un parlamentario brillante, que respetaba al adversario y nunca insultó a nadie; y, siempre, leal al Estado.
En el mapa político actual tan enfrentado, donde suele haber pocos consensos, donde el diálogo se ve como una forma de claudicación, y donde los líderes políticos están más pendientes de los votos que del bienestar del país, la figura de Rubalcaba adquiere un sentido especial. Representa la política sólida y consistente, frente a tantas inconsistencias y mentiras actuales. Elaboró la LODE, la LOGSE, la LRU y el Estatut de Autonomía; y derrotó a ETA, en 2011. Cuando recibió la noticia, lloró durante una hora. ¡Había sido tanto el sufrimiento!
En Rubalcaba brillan cinco cualidades básicas: su decencia; su humildad, nunca quiso ser el primero; su compromiso social, al universalizar la educación; la solución dialogada de los problemas –por imposibles que parecían–, y, dialogando, elaboró el Estatut, y acabó con ETA; y, en quinto lugar, su coherencia ideológica y política, por eso, siendo secretario general del PSOE, portavoz en el Congreso y candidato a la Presidencia del Gobierno, supo dimitir, en 2014, cuando los resultados electorales fueron adversos, y volvió al lugar de donde venía, profesor de química, no a una gran empresa para ganar dinero.
Ana Pastor, presidenta del Congreso, y Pedro Sánchez no abandonaron, en ningún momento, la capilla ardiente; y Rajoy le dedicó un artículo: «Era un hábil negociador, un rival temible, pero sincero y leal. Fue un hombre de Estado en los momentos más decisivos que pasó España en los últimos años… Respondía a un modelo de político ahora en desuso: ni vivía obsesionado por la imagen, ni se perdía por un regate cortoplacista… Ha sido una de las personalidades más importantes de la reciente historia de España y como tal merece ser honrado y reconocido».
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