Una de las principales consecuencias de que España no se respete a sí misma es que ya nadie de afuera respeta a España. Que estemos ... de rodillas ante los ataques de ira de Marruecos solo es la punta de ese iceberg que nos ha llevado a no significar absolutamente nada en el marco de las relaciones internacionales. Claro que habrá quien piense que teniendo el bable como lengua oficial a quién le importa lo que opine de nosotros el Secretario de Estado de Estados Unidos, porque lo importante es evitar que a los bebés se les asigne sexo o, en su defecto, incorporemos –elle a ellos y/o ellas–. La última estupidez de esta izquierda siniestra y descerebrada que nos lleva al abismo es pretender añadir al binomio padres-madres un nuevo concepto: «Adres». Por pudor intelectual no describiré aquí el significado de este insulto al diccionario y a la más elemental lógica.
La realidad es que el marco internacional siempre ha sido un motor importantísimo en la historia y en el progreso de los países, a pesar de ser algo muy poco vistoso cuando no hay una guerra en camino. Dos grandes momentos históricos de occidente como el plan Marshall o la OTAN no se entienden sin este escenario esencial para que exista un equilibro en el mundo. ¿Desde cuándo España no existe en el plano mundial? Desde que Zapatero ganó las elecciones y consiguió insultar a los americanos con su desplante en ese famoso desfile, cuando no se levantó al paso de su bandera, y luego con la retirada precipitada y desleal de nuestras tropas en Irak. Entiendo que para la izquierda trasnochada la alianza tan estrecha que consiguió Aznar con su amigo americano fuese poco más que la peor de sus pesadillas, pero desde Felipe II nunca nuestro país había participado con un peso tan significativo en la escena diplomática; no ya por los pies de Ánsar en el rancho de Bush, sino también en las negociaciones acerca del rumbo de la nueva Unión Europea.
Luego, con Zapatero, llegaría ese ridículo espantoso llamado la alianza de las civilizaciones, que no recuerdo si el único apoyo que tuvo fue de Erdogan, que entonces era puro y demócrata. Menos mal que pusieron a Moratinos en Exteriores, cuya principal virtud residía en su amistad con los países árabes. Tuvimos suerte de no tener que hacer uso de esa amistad, gracias a que Zapatero, en pleno conflicto de Perejil, fue a fotografiarse con Mohamed con una bandera de fondo de Marruecos con Ceuta y Melilla marroquís. Hay que recordar estos capítulos para esa gente joven cuyo cerebro esta siendo lavado por la propaganda mediática que prácticamente culpa a Casado de la invasión de Ceuta.
Por supuesto que con Rajoy nuestro peso diplomático no se recuperó demasiado, pero al menos éramos los monaguillos de quien mandaba en Europa, Merkel; ahora, sin embargo, somos simples maleteros de una Delcy cualquiera de la narcodictadura Venezolana, con Zapatero como auténtico embajador exterior conspirando con toda la basura internacional bolivariana y antiamericana en divertidas videoconferencias donde planean como acabar con la hegemonía de los EE UU.
Con este conflicto gravísimo en nuestras fronteras, volvemos a la estrategia 'coronavirus': no se puede criticar al Gobierno porque tenemos que apoyarlo ante una grave amenaza. Incluso Casado, que le ha ofrecido su respaldo, es abofeteado de manera impiadosa en la SER y demás entente sanchista podemita porque se ha atrevido a pedir algo de responsabilidad al desgobierno que padecemos. Lo peor de todo esto es que, después de otra nueva gestión lamentable, Largo Sánchez es incapaz de ser humilde y de respetar, al menos, al principal partido de la oposición con el fin de consensuar una respuesta cohesionada de cara al exterior.
Nunca España ha estado tan sola y aislada: ni tiene gobierno en su interior, ni tiene aliados fuera. Y de Europa mejor ni hablemos porque más allá del Euro, la UE no sirve para nada.
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