Régimen clientelar
Ad Líbitum ·
La esquizofrenia que caracteriza a este Gobierno en funciones, le lleva distinguir a los socialistas de hace una década de los de SánchezJavier Pereda
Jaén
Viernes, 22 de noviembre 2019, 00:32
La sentencia condenatoria de la Audiencia sevillana sobre los ERE falsos, viene a ratificar lo que era conocido: que el Gobierno socialista andaluz tenía establecido ... un sistema de clientelismo político, para perpetuarse en el poder. Este Régimen que ha durado 37 años, ha sido desmantelado –parecía imposible– a finales de 2018. La tela de araña que ideó el socialismo en esta región, campeona siempre en la mayor tasa de paro, consistía en comprar a sus votantes mediante ayudas (apariencia de legalidad). Con este mecanismo se defraudó 680 millones de euros del erario pública: el mayor caso de corrupción de un partido; supera al del 'tres per cent' de Pujol en Cataluña. En vez de destinar este dinero a trabajadores con dificultades sociolaborales –para mayor escarnio del partido que predica la igualdad– se desvía a los 'suyos', saltándose todos los procedimientos reglados; esa es la explicación por la que ha perdurado este régimen corrupto. Esta resolución judicial no deja de ser un escándalo para el partido socialista, porque no se trata de unos golfos descontrolados que se gastaban el dinero en mariscadas, cocaína y prostíbulos, o como dijera la madre de Lanzas: que tenía dinero «pa asar una vaca». Ha prosperado la tesis mantenida por la magistrada Alaya de que esta trama de corrupción era una organización jerárquica. La Administración autonómica se encargó de ponerle todas las trabas posibles, hasta que fue sustituida por la juez Bolaños, con los resultados dilatorios y de prescripción de expedientes conocidos. De los 21 imputados se condena a 19: dos expresidentes de la Junta (Chaves y Griñán) y los exconsejeros: Zarrías, Álvarez, Vallejo, Viera, Martínez Aguayo…; es decir, el partido socialista de la Junta andaluza estaba metido en esta trama hasta el corvejón.
Ahora, en un ejercicio de cinismo y de caradura, sale a la palestra el ministro Ábalos, para vendernos la burra de que los condenados no tienen que ver con el partido socialista, porque han cesado de su militancia. La esquizofrenia que caracteriza a este Gobierno en funciones, le lleva distinguir a los socialistas de hace una década de los de Sánchez. Es lógico, pues él mismo niega la mayor con el plagio de su tesis, y, según su conveniencia, mantiene una cosa y la contraria. Ni siquiera se plantea dimitir, pero sí que estaría dispuesto a ofrecer la cabeza de Susana Díaz. Después de la inconfundible trayectoria de la ideología socialista, hay que concluir que está reñida frontalmente con la verdad, y de ahí su constante intento por manipularla. Sería una ingenuidad pensar que es casualidad que conociéramos la sentencia, nueve días después de que se celebraran las elecciones del 10-N. Este inocente retraso de la sentencia condenatoria a la corrupción sistémica socialista, 'Cui prodest?' (¿Quién se beneficia?). También habría que preguntarse la repercusión en el electorado de haberse conocido la resolución antes de las elecciones. Nadie duda que se trata de una injerencia más -de las que nos tiene acostumbrados el partido socialista- contra la independencia judicial (la fiscalía, la abogacía del Estado, el Tribunal Supremo). Como de casta le viene al galgo, ya se encargo su correligionario Guerra -al que no le traga- en establecer que 'Montesquieu ha muerto'. Los socialistas se están comportando como un partido revolucionario y sin lealtad constitucional (los pactos con independentistas y comunistas les delatan), pese a Suresnes, y para ello no hace falta retrotraerse a 1934 ni a 1936. La tarde de reflexión del 13-M de 2004, Rubalcaba diseñó una brillante estrategia (manipulación mediática) para conseguir un vuelco electoral; de esta forma accedió a la Moncloa un desahuciado Zapatero. En 2018, el magistrado José Ricardo de Prado, hace un favor a los socialistas, rayando la prevaricación, al ser ponente de una obscena sentencia sobre la trama Gürtel, que motivó la abrupta moción de censura a Rajoy, con los socios Frankenstein.
La superioridad moral de los socialistas le lleva a impartir lecciones de decencia, porque se trata, refiriéndose a los dos presidentes condenados de la Junta, de personas honorables (Sánchez dixit). Habría que aplicarles la atenuante de altruismo, porque el dinero público (que no es de nadie, según Calvo) no ha ido a parar a los bolsillos de los condenados. A tan burdo planteamiento, repetido mil veces hasta la saciedad en las televisiones públicas a modo goebbelsiano, hasta intentarlo convertir en verdad, habría que contestar que el desvío irregular de esos fondos ha permitido el título lucrativo de permanecer en el poder durante casi cuatro décadas. La doble vara de medir que practican los socialistas, les lleva ahora a sacar el 'y tú más', para silenciar los ERE. Ha sido vergonzosa la falta de asunción de responsabilidades de los socialistas en los medios. No todos los imputados consentían en esta corrupción sistémica: el interventor y el asesor jurídico advirtieron en innumerables informes la ilegalidad de las ayudas; son los dos únicos absueltos. Todavía quedan pendientes de juzgar 18 piezas separadas derivadas de los ERE socialistas. Es la demostración de que las comunidades autónomas son una fuente de corrupción, a las que habría que fiscalizar sus desmedidas y discrecionales competencias. Las maquinaciones socialistas han hurtado tramposamente a los ciudadanos -una vez más- dar su veredicto en las pasadas elecciones sobre los ERE. La enfermedad moral y política de la sociedad es notable (sobre todo en los votantes a esta formación), si estos graves hechos no tienen repercusión en Andalucía y a nivel nacional.
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