Testimonio

El término latino 'ut serviam, serviam' –para servir, servir– aprendido, y bien aprehendido, de estudiante en la Villa y Corte, a estas alturas tiene para mí un desarrollo mayor que el de la mera traducción: anhelo preceptores que, por encima de todo, sepan servir realmente a los verdaderos intereses de sus conciudadanos.

Siempre mantuve, y ahora lo aseguro más que nunca, que la limitación en el tiempo de ejercicio de los cargos era una sana medicina y un buen remedio natural contra las malas intenciones de la perdurabilidad egoísta. España, Andalucía, y por ende Granada –¿cuántas veces lo tengo que repetir?– entiendo que ya no deberían estar dispuestas a dar 'carguillos' a 'fulanillos' que únicamente se entregan a sí mismos. Y esta 'idea', que ya viene de atrás, y que en algunos sectores ha sido paradigmática, tendrá que imponerse de forma definitiva.

Quien tenga la responsabilidad, habrá de revisar no solo los 'currículums' de última hora, sino también las actividades desarrolladas tiempo atrás y los esfuerzos llevados a cabo en favor de toda la ciudadanía. Por otra parte, también nosotros, los 'de a pie', tenemos la obligación de mantener toda nuestra atención sobre las decisiones de este tipo que puedan afectar al desarrollo del buen gobierno de nuestras tierras. Porque, aunque nos cueste creerlo, uno de nuestros cometidos –en evitación de cualquier corresponsabilidad– no es solo votar, sino que los votados cumplan. No me gustaría tener que preguntarme sobre una vieja sensación –que yo creí olvidada–: ¿estarán volviendo algunas 'apariciones' del pasado?