La vi distinta. Noté en su mirada un brillo de juventud recobrada y un gesto entre concienciado y enardecido, como el que se dibujara en ... el semblante de Juana de Arco, de Mariana Pineda o de Agustina de Aragón en aquel instante en que acometieron una tarea histórica. Y así estaba tía Gertrudis la otra tarde en la presentación del nuevo partido que tiene en esta provincia su único objetivo. Sí, vi a la tita en modo heroína de la calle que sin aspavientos y con llaneza emprende una alta encomienda.
Pregunté por la razón de su entusiasmo, y me contó que estaba resuelta a apostar por su provincia, que estaba harta de videollamadas a la Cochinchina, donde han tenido que emigrar los jóvenes de su familia porque aquí no hay trabajo, ni oportunidades.
Entonces la interrumpí y le dije que no se pusiera así, que no era para tanto, que a Jaén le cabe el honor de tener la mayor tasa de paro (más del 27%), y que, junto a este privilegio, tenemos aeropuerto –aunque algo retiraillo, a 100 kilometrillos de nada-, y puerto de mar –un poquito más allá, en Motril–, que, además, como caemos simpáticos a la Junta, en un periquete habrá facultad de Medicina, gracias a que nos rebosará la financiación autonómica.
No quise abundar en el relato de prebendas, ni recordar a tía Gertrudis lo mucho avanzado en ferrocarriles, pues mañana temprano nos llega el AVE. Ello logra, por cierto, que los defensores del ramal Linares-Baeza no quepan en sí de gozo, pues la provincia solo lleva perdidos el 86% de sus trenes, vamos, una insignificancia. Sobre el tranvía tampoco hacen falta rabillos de pasas, pues circula con toda normalidad.
Como el historial de agravios que sufre esta provincia es un bulo, y como aquí atamos los perros con longaniza, no encuentro sentido a la reivindicación de infraestructuras. Más cuando también se nos bendice con el pucherazo del COLCE (una inversión de 400 millones, la creación de 1600 empleos, la mayoría de personal civil, y polo de desarrollo de alta tecnología robótica, inteligencia artificial e impresión 3D). La verdad, no sé de qué nos quejamos ante Administraciones tan benefactoras; agradecidos deberíamos estar de que sepan patearnos el hígado.
Dicho esto, tía Gertrudis me miró como queriendo confundirme. En sus ojos adiviné que dará la batalla, que va a entonar el himno del poeta Hernández con Jaén Merece Más, que quiere acabar con el ninguneo. Vi en su pupila el destello de dignidad que saca del letargo a los abandonados a su suerte. Su mirada ya no era la de una ciudadana de tercera.
Lo curioso del caso –pensé para mis adentros- es que el pisoteo de la provincia de Jaén no es obra de Napoleón Bonaparte, sino de los caciques de Madrid, de Sevilla y de aquí dentro, que condenan a esta tierra a ser culo del mundo. Y, claro, los políticos tradicionales, los artífices de que seamos primeros por la cola, están radiantes al ver saltar a la palestra electoral a Jaén Merece Más. Tienen motivos.
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