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El poder de la tribu

El poder de la tribu

La educación de los niños por la tribu ha sido una cuestión fundamental a lo largo de la historia. Y ahora, en una sociedad dominada por la cultura digital, el individualismo y la competitividad el papel de la tribu debería ser aún mayor. Para que los niños sean cada vez más autónomos, responsables y respetuosos

Julio Grosso

Miércoles, 6 de febrero 2019, 23:53

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En Pontevedra una iniciativa municipal permite que los niños sean autónomos y puedan ir solos a la escuela caminando. La idea es mejorar la convivencia entre coches y peatones, pero, sobre todo, formar a los escolares como ciudadanos independientes, responsables, respetuosos con el medio ambiente y con hábitos de vida más saludables.

El programa es pionero en España y empezó a funcionar en 2010 como experiencia piloto en el colegio público Álvarez Limeses, en el centro de la ciudad. Se bautizó como 'Camiños escolares' y estaba inspirado en la utopía de urbe peatonal del pedagogo italiano Francesco Tonucci, al que conocemos bien en Granada por sus colaboraciones con el Parque de la Ciencias.

La teoría de Tonucci, planteada en su libro 'La ciudad de los niños' (1996), defiende incorporar la perspectiva de los chavales al diseño de las ciudades, dotarles de autonomía y libertad en sus juegos y sus desplazamientos, para no depender de sus padres, que ejercen de taxistas durante toda la semana, y sobre todo, para evitar que se queden aislados en sus casas.

Desde el principio, la iniciativa de Pontevedra contó con todos los apoyos necesarios: la Policía Local impartió charlas a los padres y profesores del colegio sobre educación vial e incrementó su vigilancia en el entorno del centro escolar, estableciendo la velocidad máxima a 30 kilómetros por hora; los maestros incluyeron en su currículum clases y consejos sobre el tráfico; cerca de 300 comerciantes y vecinos se implicaron mediante un teléfono de emergencia y una pegatina distintiva en el local que ayudaba a los menores si tenían algún problema durante el trayecto.

El programa buscó implicar especialmente a la tercera edad para que personas mayores que, muchas veces, podrían ser abuelos de estos niños les sirvieran de apoyo. Para ello, se puso en marcha un círculo de voluntarios que se situaban en las horas de entrada y salida del colegio en los puntos del camino que la policía había identificado como conflictivos. Esta red de 'abuelos orientadores' llevaba chalecos reflectantes y prestaba la asistencia necesaria a los jóvenes. Finalmente, los padres confiaron en la seguridad de sus hijos y empezaron a dejar que saliesen solos de casa.

Una vez consolidada la experiencia, el programa municipal comenzó a extenderse a otros colegios de la ciudad, luego al resto de la provincia gracias al apoyo de la Diputación de Pontevedra y finalmente, a otras capitales gallegas, como A Coruña y Ourense. Incluso, la DGT tomó buena nota e instauró el proyecto 'Camino escolar seguro', al que siguen adhiriéndose hoy colegios y ayuntamientos de toda España.

Pontevedra es ahora un modelo, a nivel nacional e internacional, en materia de calidad urbana, movilidad y accesibilidad. Y su ayuntamiento ha recibido numerosos reconocimientos por esta iniciativa, como el galardón mundial ONU-Habitat. Ken Robinson, un conocido educador y escritor británico, defiende que «una ciudad es un sistema altamente complejo y cambiante, pero los seres humanos son criaturas altamente colaborativas y solidarias, y nuestras comunidades, nuestras ciudades, nuestras familias o nuestros vecinos dependen de que la gente colabore».

Otro conocido educador y filósofo español, José Antonio Marina, ha repetido muchas veces en sus libros, charlas y entrevistas el proverbio africano que dice que «para educar a un niño hace falta la tribu entera». Marina cree que «todos somos responsables de la educación de los niños que se crían en nuestro grupo social y todos, cada uno desde su puesto en la sociedad, debe retomar su papel y enseñar a vivir».

La educación de los niños por la tribu ha sido una cuestión fundamental a lo largo de la historia. Y ahora, en una sociedad dominada por la cultura digital, el individualismo y la competitividad el papel de la tribu debería ser aún mayor. Para que los niños sean cada vez más autónomos, responsables y respetuosos. Para que puedan ir solos a la escuela. Pero también, para evitar las numerosas situaciones de acoso escolar, dentro y fuera de las aulas. La implicación de toda la comunidad educativa –padres, profesores y compañeros– sería más que suficiente para reducir este grave problema social.

La tribu también serviría para prevenir los alarmantes casos de acoso sexual y de violencia contra la mujer en nuestros pueblos y ciudades. Si los vecinos, los familiares y los amigos de las víctimas, todos y cada uno, con la ayuda de las fuerzas de seguridad, actuaran de forma solidaria y denunciaran los intentos de agresión, en lugar de mirar para otro lado, todo sería muy diferente. Las 'manadas' pierden toda su fuerza ante el poder de la tribu.

Por último, la tribu ha sido tradicionalmente el soporte básico ante la muerte. El sólido apoyo afectivo y emocional del entorno familiar y social y las muestras de condolencia y solidaridad con los dolientes han sido siempre el mejor tratamiento ante la pérdida, el duelo y la soledad. Pero, ahora la muerte es el gran tabú y la ausencia de empatía es cada vez mayor.

Practicar la empatía. Trabajar en equipo. Valorar el compromiso social. La implicación de toda la sociedad pontevedresa consiguió, en menos de diez años, la autonomía de sus escolares, el cambio de hábitos de los adultos, la pacificación del tráfico y la mejora de la calidad del aire. Debemos recuperar hoy nuestra capacidad para ponernos de acuerdo, para colaborar en lugar de competir. Recordar que somos criaturas altamente solidarias y que nuestras comunidades dependen siempre de la colaboración. Y no olvidarnos del inmenso poder de la tribu.

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