¿Plurinacionales?
Puerta Real ·
Los términos políticos conllevan sus propias implicaciones. Por eso no se entiende cómo va a encajar aquí la plurinacionalidad, ajena a nuestras tradiciones ideológicasManuel Montero
Jueves, 31 de octubre 2019, 23:52
La fe que aquí tenemos en el nominalismo resulta admirable. Se cambia de nombre a la cosa y se transforma su sustancia, esa es la ... idea. Quitamos una palabra, ponemos otra y todo solucionado.
Los sociatas proponen ahora definir a España como Estado Plurinacional: así irán arreglando la bronca catalana. Estos angelitos son más ingenuos (vulgo capullos) de lo que parecían. Se lanzan a la brava sin discusiones sofisticadas. La ocurrencia tiene la ventaja de que suena progre y que permitirá despotricar de quienes discrepamos, inmovilistas y reacios a la convivencia.
El PSC, origen de la hazaña, es una máquina de generar salvavidas que ahogan. La propuesta, que lucirán en las elecciones, tiene cuando menos un problema. La plurinacionalidad como meta política parece un salto en el vacío. No sabemos bien qué significa. ¿Quiere decir que España tiene muchas naciones y que nuestra esencia es la concurrencia de tales identidades nacionales? Pues no: la realidad no se compagina con esta fabulación. En el País Vasco y en Cataluña los nacionalismos identitarios tienen fuerza –y así se atribuyen la capacidad amargar la vida a quienes allí no comparten tal identidad–, pero de ello no se deduce esa especie de ramillete de entes nacionales floreciendo en toda España. A no ser que se trate de convertir a cada autonomía en nación con todos sus atributos, andalucizando andaluces, castellanolamanchizándolos donde toca: el afán de crear cantones de Cartagena… para contentar a los independentistas catalanes, que por su parte no creen en esta patraña.
Los términos políticos conllevan sus propias implicaciones. Por eso no se entiende cómo va a encajar aquí la plurinacionalidad, ajena a nuestras tradiciones ideológicas. Tiene alguna función en realidades políticas muy distintas. Nos la trajo Podemos, que lo tomó de los conceptos bolivarianos. Sólo hay dos Estados en el mundo que se definan como plurinacionales: Bolivia, el modelo, y Ecuador, que lo imitó. Seríamos el tercero.
La plurinacionalidad busca en ambos casos reconocer políticamente a las comunidades indígenas. «Es nación y pueblo indígena originario campesino toda la colectividad humana que comparta identidad cultural, idioma, tradición histórica, instituciones, territorialidad y cosmovisión, cuya existencia es anterior a la invasión colonial española», dice la Constitución boliviana. Nada tiene que ver con los conceptos europeos de nación. Tampoco cuajarían las particularidades previstas para tales nacionalidades, como el ejercicio de «sus sistemas políticos, jurídicos y económicos acorde a su cosmovisión», incluyendo la eventualidad de un funcionamiento alternativo a la democracia constitucional. ¡Imagínense las cosmovisiones de Torra y compañía!
En Bolivia los afectados no están precisamente entusiasmados. Esta formulación indigenista sirve para apuntalar las estructuras políticas de Evo Morales, pero, según sus críticos, idealiza el sistema comunitario prehispánico, que quiere revivir, enlazándolo con el «socialismo del siglo XXI». A fuerza de enaltecer la colectividad, tienen dificultades las iniciativas individuales y la propiedad privada: del colectivismo arcaico al bolivariano.
Estos conceptos diluyen al individuo, que debe ajustarse a formaciones comunitarias. Seguramente por eso gustan a Podemos, por su utopía de una sociedad 'empoderada', en la que círculos y movimientos sociales hagan la pascua al ciudadano.
Resulta incomprensible que nos sirvan de modelo conceptos forjados en realidades tan distintas a las nuestras y que además no son experiencias de éxito. La plurinacionalidad creará muchos problemas sin resolver ninguno. Tampoco los independentistas, que van por otro lado.
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