La perversidad: el pensamiento inmediato
LA ZARANDA ·
«Cuando estudiaba árabe siempre aparecía alguien en alguna fiesta o celebración para que le pronunciase algo que le sonaba de esa lengua»MANUEL MOLINA
Domingo, 17 de marzo 2019, 00:48
Me encantaría ser alumno de fenicio, huir de la imposición monopolizadora de insulsas tecnologías que conducen a un embaucador sincretismo bobalicón y mimético. Estoy con ... la irónica mirada de Chaplin: vivan los tiempos modernos. Podría convertirme en un aventajado alumno de fenicio en la Universidad de Barcelona, un inusitado reducto del pensamiento per se y disfrutar de su falta de practicidad, o tal vez matricularme en algún curso de introducción al íbero, incluso si no alcanzara la posibilidad entregarme a los clásicos latín clásico o griego en un supuesto nivel B2 o C1. Con ello podría en cenas familiares y de amigos pronunciar algún fonema extraño o palabra desconocida para enlustrar el acto. Cuando estudiaba árabe siempre aparecía alguien en alguna fiesta o celebración para que le pronunciase algo que le sonaba de esa lengua. Unas veces lo sabía y otras, no; pero no decepcionaba a quienes querían tan solo echar un rato y mi inventiva hacía el resto para pasar un buen rato en la intrascendencia. Ahora bien, me encanta todo lo conocido que viene acompañado de un «y eso, ¿para qué sirve?»
Pensamiento categorial y científico, frente al sincrético, el de los niños de Primaria, según Piaget, que de esto sabía un poco. La aspiración al primero como adultos se desinfla entre móviles y nos aniñamos en el pensamiento. Una paradoja verdaderamente porque nunca tuvimos ventanas que alcanzaran un horizonte tan lejano y variado como internet y sin embargo, nos empobrecemos mirando un muelle de Tailandia o una puesta de sol en Cabo de Hornos, sin desear unos buenos días a nuestro vecindario o ser conscientes de las farolas de nuestra calle al esquivarlas clavados los ojos en la pantalla. La biblioteca borgiana es la red. Un todo variado que hay que hojear para navegar, una teoría maravillosa. Pero llega el uso y en lugar de ampliar un conocimiento compacto lo ha trivializado, una jibarización aposentada en el reduccionismo y la necesaria digestión mental. La bruja Avería tiene un nuevo grito de guerra: viva lo simple, viva la inmediatez.
El personal mira las pantallas y se ha creado una nueva ilusión. (Un inciso todo lo que yo pueda decir aquí está magníficamente ilustrado por el extraordinario dibujante Pawel Kuczynski). Asisto a numerosas actividades de formación y un porcentaje elevado -gente en teoría instruida- se queja de la teoría. «Demasiada teoría», «poco práctico», «situaciones distintas a mi realidad». Eso escucho y me apeno. La ilusión digital ha generado una falsa expectativa que ronda el utópico estímulo-respuesta para procesos complejos. Supongo que el verdadero camelo revolucionario debe estar trabajando la idea de la pócima mágica o el chip epidérmico. Ante un problema de abstracción o simplemente de contenido humano no podemos actuar como si leyéramos un tuit. Sócrates, un tipo que hace casi veinticinco siglos no conoció un ordenador ya lo dejó claro: el aprendizaje es doloroso, mayeútico viene a decir eso, como un parto de la mente. Sin embargo, se extiende la idea de que el conocimiento se puede adquirir en un aquí y ahora epidural, como un jarabe dulzón y dosificado al mínimo. Me gustaría aprender fenicio por el hecho de entrenar mi mente hacia lo abstracto, la noto atrofiada con el trasto de pantalla reluciente. ¿Y usted?
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