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Nieva en mayo

El patio de los neones ·

Que la alergia me impida disfrutar de la primavera es algo que no le perdono

Fernando Fedriani

Viernes, 10 de mayo 2019, 10:28

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Camino por el centro y veo caer desde el cielo copos blancos. Un objetivo subjetivo o un carrete con poca sensibilidad podría señalar que está nevando. Toda corriente de aire viene acompañada de un deje blanquecino que espolvorea su esencia sobre las capas superiores de la ropa. Prosigue, avanza, seguimos avanzando. Me cruzo con una chica que lleva una mascarilla y repaso en el tiempo los niveles de pólenes. Ya no recuerdo mi vida antes de los antihistamínicos. Sin embargo, hace poco tiempo que comencé a tomarlos.

La naturaleza es bonita y comprendo que las plantas hipoalergénicas no existen. Pese a lo cual, la proliferación de ciertas especies en nuestras ciudades parece incomprensibles. Algunas veces las ciudades a las que amamos nos arañan como gatos del callejero. Hay una plaza de Granada, una de las más famosas, que es para mí la plaza de la alergia. No me sé su nombre, aunque es uno de los imprescindibles, porque siempre que camino por ella me deja sin habla. Entro por un acceso y salgo por la cuerda corta de la circunferencia de su perímetro.

Cae la nieve y siento nostalgia del mar, de esa costa que aplaca el vuelo del polen. Me pican los ojos y ya no sé si quiero llorar o si no puedo evitarlo. Pese a lo cual, la irritación de mis ojos me deja traslúcido, como un carrete sin sensibilidad, como la cámara de fotos de un móvil antiguo. Filtrado por las lágrimas, veo caer la nieve de Granada, y es mayo. La naturaleza pide su paso, está rabiando de vida la Huerta de San Vicente y trato de salir a la calle en manga corta. Que la alergia me impida disfrutar de la primavera es algo que no le perdono. Que la alergia me haga temer al punto de los azahares y de las primeras flores, es algo que no le perdono. Sin embargo, me refugio en lo visual, aunque me falte el aire al escoger la placeta alternativa.

Hoy lo recuerdo. Un poema es de quien lo crea. Pero un carmen es de quien lo cree. Ambos comparten la raíz.

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