Nevada

Ni que decir tiene que los almerienses a los que este fenómeno de la nieve les ha afectado directamente no pensarán lo mismo. Lo que más desearían en esos momentos era contar con máquinas quitanieves que les aliviara el problema.

Es la Almería de los contrastes. Alejados de los páramos de Cabo de Gata y del desierto de Tabernas, iba a decir yo. Pero alto ahí, que en Tabernas también se han visto sorprendidos por esa borrasca promotora de nevadas. A Cabo de Gata solo nos llega el frío. Que no es poco, desde luego.

En fin, lo de la nieve no es un tema para frivolizar en este caso. Hay que comprender a las personas que tienen programadas actividades que el fenómeno les impide realizar. Aunque, quizás, lo peor sea la carretera. Los que tienen necesidad de circular en estos días son dignos de admiración y hay que desearles que no tengan incidencias desagradables. Porque en otros lugares están acostumbrados a eso de las cadenas y demás, pero aquí las nevadas son algo excepcional. Y, por supuesto, el uso de esos artilugios para circular con nieve debe de requerir cierta pericia, lo que no es el caso de los que viven en algunas de las poblaciones almerienses afectadas.

Y, mire usted por donde, Cabo de Gata va a ser uno de los lugares implicados en aliviar el tránsito por esas carreteras provinciales convertidas en pistas de patinaje. Porque ahí están las salinas con esas montañas de sal, eficaces en la licuación del manto blanco.

Sin embargo, la nieve tiene una interpretación benéfica si se piensa en la necesidad de agua de la que –en unos sitios más que en otros– es un tema que preocupa y mucho. Ya llegará el verano, que se dice. Las nevadas son agua para el futuro por muchas inconveniencias que representen al producirse. También es cierto que, allí donde cae la nieve, no es el sitio con más aprietos para conseguir agua de calidad. Ni mucho menos. Yo pienso en la comarca de El Ejido, del mismo Cabo de Gata y de otros lugares donde la mano del hombre hace juegos de malabares para llenar los mercados europeos con frutos extraídos a una tierra seca.

Por eso anda por ahí ese adagio que garantiza un año de bienes si antes ha habido nevadas. Aunque, claro, lo mismo que pasa con la lluvia, ocurre con la nieve: que nunca cae a gusto de todos.