Después de las Elecciones Generales de dos mil diecinueve en las que VOX obtuvo un número notable de diputadas y diputados, compartí en Facebook una ... reflexión en la que decía que, antes de estar en el Congreso y de demostrarnos que está vivo, el fascismo estaba en la nostalgia y connivencia con el franquismo; en la frustración y el resentimiento de quienes no consiguen el estatus de triunfadores que les promete el sistema capitalista, en quienes se burlan de la política y son cómplices de la corrupción y en el machismo de quienes piensan que las mujeres ya tenemos demasiados derechos. Han pasado casi dos años y medio y las intervenciones de sus representantes indignan a quienes entendemos la democracia como un sistema político que avance en la igualdad, la justicia y la solidaridad y también como el proceso para conseguir esos objetivos. Igual que lo bello es bueno, según la filosofía de la Grecia clásica, no puede ser bueno lo que no está encaminado a hacer avanzar los derechos de las personas, aunque en el sistema democrático caben incluso quienes lo niegan y se atreven a equipararlo con una dictadura -dicen que el gobierno actual es el peor desde la Guerra Civil-, quienes cuestionan las instituciones y el Estado de las autonomías, quienes dan a la palabra 'libertad' el significado que les interesa, quienes pretenden quitar los derechos conseguidos durante décadas de lucha feminista.
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Pues bien, esa derecha neofascista que hace unos meses presentó una moción de censura contra el presidente del Gobierno y no consiguió ni un solo voto más que los de sus representantes en el Congreso, ahora, tras las elecciones de Castilla y León, va a gobernar en la Junta de la mano del Partido Popular, precisamente en el momento en que este partido pretende dar una imagen de moderación y centrismo con Núñez Feijóo como candidato a la presidencia. En otros países europeos, un partido de la ultraderecha como VOX no tendría el respaldo de un líder de la derecha democrática que es lo que quiere ser Núñez Feijóo, pero éste, al aceptar su entrada en un gobierno autonómico que preside el PP, lo está homologando con otros partidos democráticos, a pesar de lo que VOX representa, incluso en opiniones de dirigentes del Partido Popular.
En las primeras declaraciones, el vicepresidente de la Junta de Castilla y León ya ha hablado de dos asuntos que a la derecha siempre le han molestado sobremanera: la educación y la igualdad de género. La educación, en primer lugar, es un derecho largamente conquistado; más para las mujeres y más, si es pública y gratuita: educación en libertad, para ser ciudadanas y ciudadanos libres y responsables, con mentes abiertas y espíritu crítico, aunque a eso la ultraderecha llame 'adoctrinamiento', como si no supiéramos lo que era el adoctrinamiento de verdad, en los años del franquismo…
Otro asunto que la ultraderecha no soporta es el feminismo, sin saber ni siquiera que es igualdad entre hombres y mujeres. La Constitución de mil novecientos setenta y ocho garantiza la igualdad ante la ley, pero queremos conseguir la igualdad en todos los ámbitos de la vida, conscientes de que las mujeres no partimos de la misma posición que los hombres; por eso, nos unimos, nos movilizamos, debatimos y hacemos propuestas para avanzar en nuestros derechos. Que VOX niegue la violencia machista y se jacte de la 'igualdad' entre las víctimas, como si el número de mujeres asesinadas no gritara por sí mismo su trágica realidad, es un insulto y un menosprecio al sistema democrático, a todas las personas que, con estas declaraciones, estamos sufriendo la violencia de quienes tratan de mantener y aumentar el dominio patriarcal. La sufrimos todas las mujeres, también las que forman parte de lo que debe ser la derecha democrática.
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