Una de las cualidades que siempre han solido asociarse a los líderes políticos es la de la suerte. Lo que, a pesar de parecer una ... frivolidad, es bastante importante en la vida, pues la fórmula se remite a la siguiente: alguien con talento pero sin suerte no llegará muy lejos; en cambio, alguien sin absolutamente nada de talento pero con suerte puede llegar, incluso, a ser presidente del Gobierno. En el caso de Casado, para su desgracia y la nuestra, hace tiempo que demostró andar bastante ayuno de talento, a lo que últimamente se le empieza a sumar su falta de suerte. El hecho de que entrase el 20-N, al azar, en una misa que acabó ofreciéndose a la memoria del caudillo es algo que ni al mejor Santiago Segura se le hubiese ocurrido para el guion de una nueva entrega de Torrente. Vamos, del brazo tonto de la ley al brazo estulto de la política.
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La realidad, sin embargo, es que, aunque Casado hubiese ido de manera consciente a una misa por la memoria de Franco, ese sería el menor de los problemas que tendría este país. Hay quien se empeña en seguir manteniendo viva a una persona que este 4 de diciembre cumpliría 129 años, ya sea porque están agradecidos de que hubiera fusilado a su abuelo, bien porque no le perdonarán nunca que no hubiera fusilado al suyo. Porque todo político de izquierdas que siga aferrado a Franco y al franquismo a estas alturas es, en realidad, un apologeta del generalísimo, políticos perturbados que envidian los 40 años de dictadura del Pardo y que desearían igualar con otros 40 años de dictadura desde Moncloa, con sello de Ferraz. Es cierto, en este sentido, que las formas cambian con el tiempo, pero las pulsiones totalitarias son manifiestas en gobiernos que decretan estados de alarma inconstitucionales y lejos de pedir perdón con sus tradicionales mentiras, sacan pecho asegurando que lo volverían a hacer. Franco también lo volvería a hacer, entonces en nombre de salvar a España; ahora en nombre de salvar la vida de los españoles. Ayer, contra el comunismo; hoy, contra el virus chino.
Si no fuese por la situación de emergencia política y de supervivencia nacional que vive este país, tanto Casado como su gobierno en la sombra- más bien oposición de sombras- no tendrían más futuro inmediato que su marcha estrepitosa de la política. En el casadismo se juntan las peores formas del sanchismo podemita, representadas en Teodoro, y los mayores vicios del rajoyismo sorayesco, encarnado en cuerpo y alma por el líder del PP, ensimismado en su mediocridad más suicida que nos pone a los españoles al borde del precipicio. Si solo le quedaban las encuestas para convencerse de que iba camino de ser presidente a pesar de sus esforzados méritos para no serlo, ya empiezan a cambiar de signo y solamente la fortaleza de Vox da la suma necesaria para alcanzar la mayoría parlamentaria. Teniendo en cuenta lo que acaba de suceder en Andalucía y cómo Casado humilló a Abascal en la moción de circo-censura que presentó la derecha beata contra Pedro, ¿alguien cree que existe alguna garantía de que, llegado el momento, el PP sepa, quiera o pueda pactar el Gobierno con Espinosa de los Monteros? No es lo mismo una suma de 110 más 66, que de 150 más 35, por poner un ejemplo.
Más allá de una cuestión matemática, condición previa y necesaria, es la falta de proyecto del PP frente a las ideas claras, aunque involucionistas y disparatadas, que defiende Vox. ¿Alguien sabe si Casado piensa revertir esos peajes por conducir por carretera?, ¿alguien sabe qué piensa hacer el PP frente al cantonalismo lingüístico que se está extendiendo por nuevas regiones del territorio? Ya solo nos falta que Casado publique un libro explicando su trepidante biografía política al estilo churchillesco.
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