Messi pasó por mi puerta
«Ni el mismísimo Messi, con su corte de pelo de postguerra, fue capaz de asustar al Granada»
Juan de Dios Villanueva Roa
GRANADA
Martes, 24 de septiembre 2019, 23:24
Allí iban, en bus tuneado, los gladiadores del siglo XXI. Las gentes los miraban y admiraban, y casi pedían que no hiciesen más sangre de ... la cuenta. Mil latidos se habían reunido bajo las estrellas de un cielo que ansiaba que comenzase el espectáculo. Las luces de las torres del estadio relampagueaban al son de la música y las televisiones captaban cada gesto, cada imagen. La afición estaba a punto de asistir a un espectáculo que muchos no olvidarían. El enorme favorito calentaba sobre el césped. Más de mil millones de euros dando saltos y corriendo entre las líneas, dando suaves toques a balones que hubieran hecho felices, casi sentirse semidioses, a los niños. Camisetas rojiblancas brillaban en las gradas y todos contuvieron la respiración cuando el árbitro hizo sonar el silbato. Y allí, en ese mismo instante, el Granada marcó el primer gol.
La gente se frotaba los ojos, y el entrenador contrario se rascaba la cabeza. Valverde no esperaba semejante situación. Aspiraba a que desde el VAR alguien le echase una mano. Pero no, y el gol subió al marcador. Todo parecía cuestión de tiempo, antes o después acabarían doblando la rodilla ante el equipo más rico del mundo, los poco más de treinta millones del Granada se hacían a todas luces insuficientes con la teoría sobre el tapete para que eso no fuese así. Pero los locales habían imprimido un ritmo, una fuerza y un saber hacer que los galácticos no eran capaces de desmadejar. Pudieron ser más porque la efectividad era abrumadora, pero así acabó en primer tiempo ante el gozo de la grada.
El descanso sirvió para comer bocadillos ante la expectación de lo que estaba ocurriendo en la noche granadinista. Los comentaristas deportivos hacían cábalas, discutían, analizaban lo ocurrido, y suponían que la segunda parte sería otra cosa. Pero no, pese a las sutiles ayudas del árbitro de la contienda, con faltitas, tarjetas, cortes del juego, decisiones que vienen a ser normales cuando el gigante está en el campo. Pese a todo, el equipo local supo maniobrar y jugar con los tiempos y los espacios. Las bandas se convirtieron en su principal aliado, y la mano del último mohicano, vista por el árbitro del VAR, sentenció la contienda ante el estupor y quejas del futuro presidente barcelonista, el divo Piqué, a quien no le fueron efectivas sus permanentes quejas y su boca abierta, para protestar primero y para resoplar al final.
Ni el mismísimo Messi, con su corte de pelo de postguerra, fue capaz de asustar a un Granada que sabía que este año ha venido a plantar cara, ha regresado para quedarse. Y sonó el pitido final, y el nuevo otoño acogió en sus brazos al nuevo líder de Primera división. Sí, solo por una noche, pero ¿cuánto darían muchos por serlo, aunque fuese esa noche? Soñar es gratis y estos días el granadinismo sueña y sonríe, sabiendo que es transitorio, pero ahí estamos. Para ellos sí se abrió el aeropuerto. Buen viaje. Os esperamos el próximo año.
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