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La cerradura

Mediterráneo

José María Pérez Zúñiga

Domingo, 10 de julio 2022, 00:00

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Bañarse en el Mediterráneo es una operación de limpieza. Uno debe ir apartando plásticos y detritus, las extrañas burbujas que se forman en la superficie ... y que huelen a letrina y queroseno. Hemos convertido nuestro mar en un gran váter adonde van todos los desperdicios de los países ribereños. En las ciudades de costa, las bolsas de los supermercados terminan siendo alimento de peces y luego de las personas, convertidas ya en una nueva especie de seres de plástico, que se nutren de aquello que desechan. Según la WWF, entre 70.000 y 130.000 toneladas de microplásticos y entre 150.000 y 500.000 toneladas de macroplásticos acaban en el mar Mediterráneo y otros mares europeos cada año. Ciento treinta y cuatro especies de peces, tortugas marinas, mamíferos y aves están amenazadas por el consumo de plásticos, pero también los atunes y peces espada que comemos en los chiringuitos. Es decir, esperamos con ansiedad que lleguen las vacaciones para poder bañarnos en un estercolero, a lo que contribuyen sin duda los desagües de las urbanizaciones no conectadas a la red de saneamiento y que van al mar, lo que en la costa de Granada es perceptible según la hora del día, pues en la superficie se forman manchas que terminan absorbiendo a los bañistas.

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