Peligro de extinción
Los que amamos los textos escritos en papel cada vez lo tenemos más difícil y ya casi no quedan puestos de venta de revistas o periódicos
María Dolores Fernández-Fígares
Martes, 9 de abril 2024, 23:11
Alguna vez alguien escribirá una especie de enciclopedia, relatando la desaparición de cosas que fueron indispensables para la vida de las personas, y que poco ... a poco, o bien de manera brusca, dejaron de existir quizá para siempre. Este es un asunto que nos toca el corazón a los que tenemos facilidad para la melancolía que causa el tiempo, como esa extraña figura mitológica de un Cronos Tiempo devorando a sus hijos, como lo pintó el inmortal Goya de manera espeluznante.
No se si es una percepción subjetiva, pero siento que estos últimos decenios parecen acelerar la destrucción de muchas cosas, que no sabemos si alguna vez recuperaremos o se fueron para siempre. Las crisis sucesivas que hemos padecido han contribuido a que nuestra ciudad haya perdido una buena parte de su memoria colectiva. No solo me refiero a las antiguas librerías, o las tiendas de toda la vida, que fueron cerrando y sustituyendo sus centenarios locales por centros de ventas de esas que llaman 'franquicias'. También han cambiado muchas costumbres, las maneras de comunicarnos, hasta las formas de pasar el tiempo.
Los que amamos los textos escritos en papel cada vez lo tenemos más difícil y ya casi no quedan puestos de venta de revistas o periódicos, es decir, los entrañables quioscos. De hecho, se calcula que han cerrado la mitad de los que había en Granada. Me acuerdo cuando las asociaciones de quiosqueros, o también 'vendedores de prensa' tenían un poder evidente para la difusión de los medios de comunicación. Si por alguna cuestión decidían hacer huelga por algún motivo reivindicador, los grandes grupos del periodismo mediaban para solventar sus problemas y conseguir que los gobiernos les escucharan. Ahora, los que no han echado el cierre han tenido que 'reciclarse' para no desaparecer, de tal manera que casi no venden prensa en general y si una variedad de objetos, como juguetes, pan, agua fresca y algunas bebidas.
A pesar de la desaparición de tantos quioscos de siempre, hay algunos que resisten casi de forma maravillosa, como los que surten de pan al vecindario, especialmente en dos plazas del centro: la de la Trinidad y la de Mariana Pineda. Siempre tienen cola de clientes que esperan para acceder a sus mercancías, que saben a un pan clásico, superior a todos los posibles.
Este caso de la desaparición de los quioscos y de los que los regentan sin embargo nos muestra algo muy interesante, que es la permanencia de las cosas buenas, por encima de los vaivenes de los mercados. He aquí un trabajo de recuperación que está intentando siempre nuestra Granada, empeñada en mantener su historia, lo más viva posible, protegida de los vendavales de las modas. Buscar una salida para un negocio, una costumbre, una forma de ocio, no necesariamente requiere acabar con lo de antes e inventar algo nuevo, más aún, a pesar de la obsesión por lo nuevo, también cobra fuerza lo de siempre, pues lo que fue bueno antes, lo puede ser ahora. Pero no se si esto lo digo para contrarrestar la melancolía que me produce tanta pérdida.
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