Pinganillo inconstitucional
«El problema de las lenguas en este país viene de muy atrás, básicamente del error cuasi mortal de los padres constituyentes del 78»
Marcial Vázquez
Politólogo
Jueves, 12 de junio 2025, 23:42
Cada vez que llega un congreso de algún partido político tenemos a los tradicionales lerdos- o ególatras- que se creen que van a discutir las ... ideas y el programa, cuando cualquiera que participe en la vida interna partidista sabe que los famosos congresos son para canalizar las luchas intestinas de poder y priorizar las principales líneas de reparto de los recursos. Por eso cuanto menos poder real tenga un partido o peor expectativas, más cainitas suelen ser estos teatrillos orgánicos. Pero también vemos casos como el del Pepé Today donde en su inminente congreso no van a ver quién será ministro o quién secretario de Estado, sino a jugarse si el futuro de la derecha manifestante se llama Ayuso o Moreno Bonilla.
Todo esto responde a la consecuencia lógica de una transición cerrada en falso y que, en sí misma, fue una farsa pactada para que no estallase el partido por los aires, después del inolvidable paso de Pablo Casado, convertido en el tonto útil (en este caso inútil) de la Moncloa en su principal objetivo de cargarse a la presidenta madrileña. Lo que no puede ser es que la mayoría de palmeros que estaban jaleando a Casado 24 horas antes en los insoportables y mortales grupos de wassup, acabasen formando parte del nuevo Pepé de Raxoi, con el ente bojacucapons a la cabeza del enjuague. Una cosa es que entonces Ayuso no quisiera exprimir la situación para que no explotase el partido, y otra es que haya olvidado quienes estaban jaleando a su fallido verdugo. No tengo a la madrileña por una santa, pero tiene la ventaja de que no es tan tonta como los demás.
Pero Ayuso sí juega a una política de alto voltaje, naturalmente opuesta a ese centro soplagaitas de Feijoy que siempre se formula como blandito en los momentos clave, pero excesivo y a destiempo cuando cree que tiene ya el poder al alcance de su mano. Sea como sea, si la madrileña es la verdadera rival de Pedro Sánchez- por no decir la única- sigo sin ver en ella la figura necesaria para sacar a este país del pozo donde estamos metidos. Ayuso puede ser una formidable luchadora política, pero no es una mujer de Estado. Ya sé que los aparceros mediáticos de Ayuso presentan la Comunidad de Madrid como un oasis de libertad, riqueza y progreso, pero los que vivimos aquí sabemos, perfectamente, las lagunas que tiene esa propaganda irreal, por lo que intuimos con base empírica al estimar cómo sería su gobierno nacional.
Porque, por ejemplo, en su último órdago en la conferencia de presidentes no solamente tenía razón en el fondo, sino que era imposible buscar otras formas. Por supuesto el Pepé centrista la dejó sola ante la avalancha de los mamporreros del gobierno contra su gesto; algo, en parte, coherente con la política lingüística del PP en sitios como Galicia o Valencia, donde en la práctica han llevado eso que llaman «inmersión» a un nivel parecido al del País Vasco, pero con menos violencia que en Cataluña. Creo que Mariano lo llama «bilingüismo cordial», una de esas típicas gilipolleces que ya incapacita para cualquier cargo público a quien ose decirlo.
El problema de las lenguas en este país viene de muy atrás, básicamente del error cuasi mortal de los padres constituyentes del 78, creyendo que blindar el reconocimiento de las lenguas regionales iba a ser una solución suficiente para el verdadero propósito del nacionalismo antiespañol. Las lenguas peninsulares no son pluralismo ni riqueza cultural, sino un arma poderosísima que se dio para ir erosionando poco a poco la idea nacional de la propia España. Por eso los famosos pinganillos no solo son una vergüenza desde el punto de vista de la razón, sino que deberían de ser ilegales desde la óptica constitucional. Artículo 3: El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.
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