El hombre y el oso
«Lo de Venezuela, en cambio, empieza a enquistarse en la política nacional como una especie de burbuja ideal para que el PP se sienta cómodo y útil, porque la derecha está mucho más cómoda haciéndole oposición a Maduro Zapatero que al trampismo podemita que nos consume»
Marcial Vázquez
Politólogo
Jueves, 12 de septiembre 2024, 23:48
Antes de que la política me expulsara de su seno, de sus senos mamarios pensándolo bien, tuve claro mi diagnóstico primario sobre los males que ... asolan a nuestra democracia: la raíz de todo lo podrido estaba en el sistema de partidos; más concretamente en la forma de selección de sus élites principales y los verdugos voluntarios que los acompañan como cómplices necesarios e imprescindibles de esa tiranía de los mediocres que se ha impuesto en este país. Siempre ha existido ese arribista que a duras penas sabía leer y escribir pero que lograba hacer carrera en el partido y vivir de los impuestos de los demás. Ahora, por desgracia, no solo viven de los demás, sino que redactan leyes para los demás, que es muchísimo más peligroso y desgraciado para la ciudadanía.
Estos últimos días se ha hecho famosa en redes una especie de discusión de lo absurdo, donde una colección de feministas podemitas explicaban que, si tuviesen que elegir entre encontrarse en un bosque a solas con un hombre o con un oso, elegirían al oso. Para explicarlo iban contando todo los traumas, reales o imaginarios, que han tenido en su vida con los hombres y, por supuesto, no faltaba el coro de varones imbéciles que les daba la razón y les pedían perdón por haber nacido hombres, porque con la ayuda de Irene Montero intentan convencernos de que todo hombre es un violador en potencia. Personalmente, pienso que estos barridos cerebrales que poco a poco se extienden entre las capas más jóvenes de nuestra sociedad pueden ser más tóxicos a medio plazo para la convivencia que una amnistía a Puigdemont. Hablamos de un cambio progresivo de cultura que busca imponer entre las relaciones humanas una naturaleza del rencor y del odio como forma básica de comunicación. No de otro modo puede entenderse el que se pretenda normalizar que toda mujer vea a un hombre como potencial violador.
Y es que, en este siglo de oro de los imbéciles, las transformaciones políticas-culturales se producen en un plano casi secundario mientras el ruido se centra en cuestiones muchas veces contingentes como profundamente exageradas. Por ejemplo, otra vez hablamos de la amnistía y casi nunca dejamos de hablar de Venezuela. Llega un punto donde no quitando la gravedad de fondo de la amnistía, hay que plantearse si esto supone, como advierten muchos profetas, que es el fin del estado de derecho en España o de la igualdad ante la ley de los españoles. Pero no; la amnistía es un ejercicio de corrupción política inaceptable pero que no modifica que todos sigamos sometidos a la ley. Lo único que se ha hecho ha sido intentar privilegiar a un grupo de golpistas que ahora necesita Pedro Tramp para poder disfrutar del poder, aunque no pueda gobernar.
Lo de Venezuela, en cambio, empieza a enquistarse en la política nacional como una especie de burbuja ideal para que el PP se sienta cómodo y útil, porque la derecha está mucho más cómoda haciéndole oposición a Maduro Zapatero que al trampismo podemita que nos consume. Como esto del centrismo soplagaitas no solo no tiene remedio, sino que cada vez enferma más al que lo disfruta, los cucapons van filtrando por ahí la nueva estrategia del PP para convertir España en el Real Madrid, como adelantó Semper: van a seducir al PNV y a Junts para lograr legislar en el Congreso. Es decir, como Raxoi no puede ser presidente, al menos que sirva para hacer leyes. El sueño de todo centrista: luchar por llevar la democracia a Venezuela mientras consiguen aprobarnos una ley para el seguro obligatorio de los patinetes.
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