Opinión

Bicicletas sin sillín

«Mientras más nos enredemos con Venezuela, más difícil será desenredar España, si es que todavía se puede lograr ese milagro»

Marcial Vázquez

Politólogo

Jueves, 19 de septiembre 2024, 23:34

Aunque esto no se lleve decirlo en aquellos que creemos que Maduro es un tirano enloquecido y que Venezuela está bajo una dictadura sin matices, ... empieza a ser necesario que la cuestión de Venezuela deje de estar en la primera plana política de nuestro país. Ya sé que al PP le encanta hacerle oposición a Maduro Zapatero y luchar por la democracia de los venezolanos, a falta de competencia y consistencia en su trabajo como alternativa a Pedro Tramp.

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Pero, como siempre, el centrismo soplagaitas es blandengue en las ocasiones que se requiere firmeza y se pasa de frenada en cuestiones que no aportan nada útil a los españoles. Que el mediocre engominado de Pons aparezca acusando al Gobierno de España de estar implicado en el golpe de Estado en Venezuela (sic), demuestra la falta absoluta de inteligencia política-comunicativa del PP de Raxoi, que desde su foto en el palacete ese que imitaba a la Moncloa poco más se ha vuelto a saber del ex presidente gallego. Ni falta que hace, dirán algunos.

Posiblemente, yo desde luego no tengo dudas, la izquierda de este país está implicada, o colaborando, o blanqueando, la dictadura de Maduro, con Zapatero como senescal aventajado en el comportamiento tan vergonzoso y cobarde como transparente de ese socialismo podemita dispuesto a apoyar cualquier tiranía con tal de que no sea de derechas. Pero lo que sucede en Venezuela es un problema de ámbito nacional donde hemos olvidado lo que sigue sucediendo en Cuba. Si alguien piensa, a estas alturas, que por mucho que se reconozca en el Congreso o en el Europarlamento como presidente de Venezuela a Edmundo González eso va a hacer que caiga Maduro, debería de ir urgentemente al neurólogo. Desde luego, sería la primera vez en la historia que la acción diplomática blanda y perfumada consigue derrocar a un dictador.

Y es que mientras más nos enredemos con Venezuela, más difícil será desenredar España, si es que todavía se puede lograr ese milagro. Porque la ofensiva del trampismo socialista no se detiene solamente en las Instituciones, sino que se extiende a la misma vida de los ciudadanos, ya sea para imponernos que tenemos que ir en bicicleta o purgar los medios de comunicación para que leamos noticias «veraces». La naturaleza totalitaria de la izquierda que padecemos es difícilmente discutible, siempre apoyándose en buenas palabras o propósitos para el conveniente lavado de cerebro.

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Llegados a este punto, es justo reconocer que la afición de prohibir no es monopolio de la izquierda del rencor, sino que también progresa adecuadamente en ese lobby del ecologismo dictatorial en que se ha convertido la Unión Europea. Porque todos estos censores impenitentes tienen la complicidad de muchos sectores sociales que ven bien la prohibición cuando coincide con sus manías o con lo políticamente correcto. Así apoyan la idea de prohibir fumar en las terrazas o al aire libre porque piensan que el carrusel de prohibiciones se detendrá ahí. Cada vez somos menos libres en muchos sentidos y lo más preocupante es que se está olvidando el verdadero significado de la libertad.

Menos mal que en nuestro Estado plurinacional tenemos a esta mamporrera del gobierno pagada con dinero público, que pide con saña un «delito de mentiras», para que aquellos que mientan sean castigados de manera severa, no con esa tontería de 600 euros de multa. Siguiendo esta senda, acabaremos con un ministerio de la Verdad y un parque público de bicicletas sin sillín para los súbditos que se atrevan a mentir contra el Gobierno.

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