El racismo es pecado, y pecado mortal
Nuestros estadios se han convertido en un espejo de nuestra sociedad: se pita al himno nacional, se insulta, de manera especial a la progenitora del árbitro y se profieren proclamas de odio xenófobo
Hablando de fútbol, soy hijo del primer accitano que jugó sobre el césped del Bernabéu. Hubo que esperar cuatro décadas para que hubiera un segundo ... jugador de Guadix sobre esa hierba. Y hablando de hierba… no sé cuál habrán fumado los que se dedican a insultar durante esa fiesta deportiva. Mi padre dejó de visitar los estadios y se conformó con las retransmisiones televisivas, al comprobar la absoluta pérdida de corrección y la abundancia de insultos emitidos y recibidos por una u otra hinchada en cada encuentro 'deportivo'… donde hace muchos años dejó de ser aconsejable llevar a los niños, pues es sabido que hemos de ser ejemplares para ellos, siempre y en todo, máxime si se trata de los comportamientos de energúmenos de los propios padres.
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Nuestros estadios se han convertido en un espejo de nuestra sociedad: se pita el himno nacional, se insulta, de manera especial a la progenitora del árbitro y se profieren proclamas de odio xenófobo contra jugadores de otras razas que la mayoritariamente hispánica. Vinicius, es un jugador que invierte parte de su fortuna en una fundación brasileña caracterizada por la instrucción de los profesores contra el racismo. Es, por tanto, militante de la igualdad del género humano… y ello le honra extraordinariamente. Su caso se ha convertido en un reclamo internacional de la igualdad de todas las etnias humanas y su jefe de Estado, Lula da Silva, ha llamado a la embajadora española para consultas, en un gesto diplomático sin precedentes. Personalmente, no puedo estar de acuerdo en calificar a España como un país racista, pues aquí son integrados con facilidad los seres humanos 'de toda raza, lengua, pueblo y nación', al decir bíblico, amén de todo credo y toda ideología. Dicho lo cual, cabe hacerse algunas preguntas: ¿Por qué los clubs de futbol no persiguen con mayor contundencia a sus grupos de racistas? ¿Por qué nuestro racismo interno, procedente de los más exacerbados nacionalistas vascos y catalanes, no es castigado por nuestra opinión pública cuando se silban o se queman los símbolos nacionales? Téngase en cuenta que nadie es capaz de asumir hoy los discursos escritos por Sabino Arana contra los ciudadanos de España, o las conferencias de Jordi Pujol sobre la condición infrahumana de los andaluces, a no ser que se incurra en el más perfecto e íntegro de los segregacionismos discriminatorios repletos de vileza.
Como católico, no creo en las fronteras de ninguna índole. 'Católico' quiere decir 'universal'. Las fronteras las han inventado las guerras y las perras: los ejércitos no han llegado más allá ni más acá en cualquier batalla y… los ministros de hacienda deben saber hasta dónde pueden seguir robando en cada caso. No hay ninguna frontera que no sea una mentira. Todas las guerras son extraordinariamente diferentes a lo largo de la historia, ahora bien, todas se parecen en que los viejos ricos y poderosos envían a la muerte a los jóvenes pobres e inocentes. En la guerra contra el racismo en el deporte, o el supremacismo en política, todos podríamos ser responsables para impedir que los viejos decidan sobre el desarrollo de nuestra existencia: ni debemos permanecer callados, para no ser cómplices, ni es de recibo que los que ostentan poderes permitan aberraciones tan injustas como intrínsecamente pecaminosas.
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