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Con luces largas

Afrontar el envejecimiento de la población es una prioridad ineludible que requiere acuerdos de amplio calado, como defiende el Banco de España

EDITORIAL

Lunes, 3 de junio 2019, 02:12

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El informe anual del Banco de España recién publicado analiza con luces largas los problemas de fondo a los que se enfrenta la economía nacional, más allá del vaivén de los datos coyunturales. El regulador hace hincapié en el envejecimiento de la población como una de las prioridades a las que han de hacer frente las instituciones y la sociedad en general.

No solo por su brutal impacto en el gasto de las pensiones, sino también en el crecimiento de la actividad, la productividad, el mercado de trabajo o el desarrollo de las nuevas tecnologías. Porque el futuro del país, en sus diversos ámbitos, depende de la rapidez y el acierto con el que se ponga en marcha una estrategia multidisciplinar para paliar una situación potencialmente explosiva antes de que sea demasiado tarde. Desde hace décadas es un secreto a voces que España se enfrenta a una bomba demográfica que urge desactivar.

Aun así, los sucesivos gobiernos han optado por mirar hacia otro lado y han pospuesto 'sine die' una respuesta global a ese problema, ya fuera porque en ella es inevitable incluir medidas impopulares o por una alarmante falta de visión de futuro. Al desplome de la natalidad y una creciente esperanza de vida, que están transformando la pirámide demográfica, se une la próxima jubilación de la generación del 'baby boom' como una seria amenaza para la sostenibilidad del sistema de pensiones. Su ya abultado déficit se disparará en unos años al coincidir un fuerte aumento de sus beneficiarios y una paralela reducción de los cotizantes que lo financian.

Ese desfase obligará a reconsiderar la distribución del gasto público para sufragar las prestaciones, al margen de las medidas correctoras que se apliquen en ese sentido. También rebajará la población en edad de trabajar. Una sociedad envejecida tiene más dificultades para adaptarse a la incesante revolución tecnológica y más riesgo de ver rebajados la productividad, el crecimiento económico, el consumo o de los ingresos fiscales que mantienen el Estado de bienestar. El retrato que dibuja el Banco de España -también preocupado por el avance de la desigualdad entre generaciones ante la precariedad del empleo y el desarrollo tecnológico- ha de servir de acicate para un acuerdo de amplio espectro sobre una prioridad nacional.

Resulta imprescindible una sensata reforma de las pensiones que no cargue su peso sobre los más jóvenes y que despeje del sistema, así como una batería de medidas sobre inmigración, fomento de la natalidad o capacitación profesional que ayuden a encarar con garantías un reto de colosales dimensiones.

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