Mediterráneo
Lázaro Carrillo Guerrero
Lunes, 26 de mayo 2025, 23:24
Entre las cumbres, el paisaje y territorio de Sierra Nevada a un lado, y entre la meseta astronómica del Calar Alto en alta montaña y ... cota máxima de la Sierra de los Filabres a otro lado, el viaje, su personalidad mediterránea, te ofrece su encanto tanto a la ida como a la vuelta.
Con esas cumbres blancas o sublimes, en la segunda cadena montañosa de Europa Occidental por su altitud, después de los Alpes, ya, su mismo azul del cielo nos advierte de esa naturaleza mediterránea, en su diversidad y contraste. Y, con ese cielo abierto del Calar Alto y los Filabres, en su diálogo con el universo y las galaxias desde la meseta con el mayor observatorio astronómico de Europa continental, los atardeceres rojos que se perciben a lo lejos en el horizonte parecen haber integrado en ese diálogo a aquellos del manto marino.
En el viaje, nos encontramos sucesivamente con el transcurrir del tiempo. Tal como el presente de los elevados y blancos molinos de viento que, como los rayos del sol, por encima de nuestra mirada, aparecen a nuestro paso. Tal como el futuro de estos parques eólicos, entre las zonas de Huéneja y Nacimiento, aerogeneradores de energía renovable, que nos trasladan al desarrollo sostenible y la emergencia climática. Y, tal como el pasado de la Cultura de los Millares, en Santa Fe de Mondújar, entre el río Andarax y la rambla de Huéchar. La influencia de la ciudad nos alcanza a todos, de una manera o de otra, y cada vez más. Y esta Cultura, en la Edad de Bronce, que se extendió por Andalucía, hasta Murcia y el sur de Portugal, origina esa esencia de ciudad con la que organizamos nuestro devenir.
Los parajes que se suceden en el viaje nos pueden recrear en la manera en que los percibimos y al mismo tiempo atraparnos en sus singularidades. De entre ellos, al menos dos nos pueden conmover, y cautivar nuestra imaginación; evocando el periodo del Cuaternario. La Hoya y Altiplanicie de Guadix, con sus contrastes cromáticos, y el predominio del ocre rojizo y la erosión, en sus macizos rocosos y colinas, mesetas, cárcavas, cañones, cañadas, barrancos. Y el desierto de Tabernas, único del continente europeo, con el colorido de su modelado erosivo, relieve y montes, ramblas y llanuras, solana y umbría, chaparrales, y sus escenarios naturales cinematográficos.
La confluencia de caminos siempre enriquece el recorrido. Entre ellos, el Camino Mozárabe de Santiago, en su itinerario desde Almería, por Guadix, a Granada. Ofreciendo, además de todo su escenario diverso y de contrastes, el crecimiento de la vida interior. Se inicia junto al Cristo de la Escucha, en la Catedral, y Fortaleza –que fue, frente a la piratería mediterránea– de Almería, para llegar junto al Cristo de los Favores, en el Realejo, en Granada. Por otro camino, por la A-92, desde Granada o desde Iznalloz hasta Almería y su vertebración con el arco mediterráneo, se suceden con espectacularidad perspectivas paisajistas y ambientales que no solo nos recrean sino también socio-emocionan.
En todo este entorno, día a día, viaje a viaje, la línea de tren 68, avanzando entre mar y montaña, y formando parte de toda esta identidad, se cita con la ciudad histórica y cultural de Granada y con la ciudad mediterránea de Almería. Su carácter se ha forjado con el tráfico del mineral, y luego por vía marítima desde Almería. Transportado desde el Marquesado. El Marquesado de Zenete que ejerció en la comarca, en tiempos de los Reyes Católicos, el nuevo poder cristiano personificado en el castillo-palacio de La Calahorra.
En la llegada al Mediterráneo, nos acoge la sensibilidad que respiramos sobre la historia, estilo arquitectónico y colorido que fluye en la Estación de Ferrocarril. Nuestros sentidos la perciben junto al mar. A pocos pasos, el color y aroma marino, sus playas y sus Paseos, nos envuelven. Y ahora, entre la Estación y el Puerto, el cargadero de mineral, monumento industrial emblemático, nos ofrece paseos y vistas impresionantes con mezclas de azules y de atardeceres rojos.
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