Vivimos tiempos extraños, aunque todos los tiempos son extraños. Los acontecimientos parecen agolparse ante nosotros en el mismo instante. Una crisis mundial provocada por ansias ... humanas eternas de querer más, ser más y tener más; una pandemia, que con origen desconocido, aunque bastantes han intentado descubrirlo. Aquí sigue entre nosotros, codeándose, marcando el paso al mundo, a la par que acrecienta diferencias entre unos y otros por obra y gracia de las ansias de poseer y poder de aquellos de la crisis, que por lo visto se han apuntado a la eternidad. Y ahora nos vienen a amenazar con guerra. Una guerra absurda, más que cualquiera de las catástrofes que se van desarrollando en nuestro mundo. Y porque no vivimos en La Palma, de lo contrario, hasta los volcanes habrían inundado con sus coladas tierra y haciendas. Al frente de todo, una casta política que no acaba de creerse lo que ocurre. Sánchez, el presidente, solo está a expensas de poner un circo para que le crezcan los enanos. Casado, muestra cada día su minúscula capacidad de opinión con chistes ramplones y discursos escritos buscando el gracejo e ironía, sin más soluciones que su propio futuro. Y a nivel mundial, los de siempre, cada cual pretendiendo tenerla más grande que su oponente, el de siempre. Nadie se ha dado cuenta de que en el mundo quienes en realidad están mandando son los amos de Amazon, Google, Facebook y Amancio Ortega. Los demás juegan, solo juegan, a lo de siempre, a vacilarse, a mandar a los pobres a matarse para seguir ellos dándose golpes en el pecho, como King Kong, pero en pequeñito, tipo mono.
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