Habrá que jurar que ETA existió
«En el País Vasco la cosa se complica a la hora del análisis, porque encima de la mesa tenemos casi mil muertos por el terrorismo etarra y cuyo primogénito se sitúa, según todas las encuestas, en condiciones de ganar las elecciones autonómicas»
Marcial Vázquez
Politólogo
Jueves, 18 de abril 2024, 23:34
Uno de los rasgos más llamativos de nuestra monarquía parlamentaria es que sus mayores anomalías democráticas se encuentran en las dos regiones que quieren separarse ... de España, es decir, Cataluña y el País Vasco. Primero, porque en cada elección se palpa más la sensación de que estamos ante una especie de pseudo democracia donde el nacionalismo separatista totalitario es un común denominador tan extenso a los principales partidos que la competencia electoral es casi nula. ¿Qué diferencia hay entre ERC y el otro chiringuito de los sucedáneos de CiU? ¿Hay una hoja de ruta muy distinta si gobierna Simonilla a si gobierna Pere Aragonés? Más allá del teatro y pisar más intensamente el acelerador, su programa de fondo es el mismo: hacer del resto del país una colonia de Cataluña para que vayamos pagando todos a escote la deuda impagable de la nefasta gestión económica del golpismo catalán.
En el País Vasco la cosa se complica a la hora del análisis, porque encima de la mesa tenemos casi mil muertos por el terrorismo etarra y cuyo primogénito se sitúa, según todas las encuestas, en condiciones de ganar las elecciones autonómicas sin necesidad de quitarse la boina o guardar las pancartas de homenajes a los presos de la ETA. Aquí, desde luego, se trata de saber si gobernará el que recogía las nueces ensangrentadas o los herederos de los que agitaban el árbol con bombas y tiros en la nuca. Luego, los programas económicos del PNV y de Herri Batasuna pueden diferir bastante, pero el principal punto del debate se encuentra en la podredumbre moral de una sociedad dispuesta a votar mayoritariamente a los terrolistas, previa aceptación tácita de que ello lleva implícito o bien un perdón o bien un olvido selectivo de los terroristas.
Es cierto que plantear así esta cuestión puede parecer muy incómoda para muchos, pero estamos ya en esa fase donde casi podemos decir que todos los asesinados por la ETA murieron en vano para la democracia y están siendo muy productivos para sus sucesores. Están los que se tiran de cabeza a esa discusión tramposa y estéril de que cómo va a seguir viva la banda terrorista si ya dejó de matar. Por supuesto que ETA militar ya no existe, pero el brazo político está llevando a cabo el proyecto totalitario y racista por lo que Josu Ternera o Txapote apretaron el gatillo. No hablemos de aquellos que se empeñan en que los batasunos pidan perdón por los crímenes del terrorismo y condenen su existencia. ¿Alguien cree que eso honraría a los asesinados o daría consuelo a sus familiares? Al final, la sinceridad del candidato de los terrolistas evitando si quiera calificar como banda terrorista a ETA es un rasgo más, pero no el más importante, de un proceso social donde a través de homenajes a etarras, canciones de payasos pro etarras a los más pequeños y el voto cada vez más mayoritario a los batasunos, hará que, en dos o tres generaciones, en el País Vasco haya que jurar que ETA existió y que fueron unos asesinos.
Para otro día dejamos el espectáculo tan absolutamente nauseabundo del PSOE, que después de varios años cortejando y aplaudiendo a Herri Batasuna, en la última semana de campaña se da la orden de señalarlos como portavoces legatarios del terrorismo. Ya ha salido el tertuliano Page a pedir un pacto de Estado para que nunca la derecha o la izquierda tengan que depender de los votos terrolistas. Hombre, Emiliano, quien te oiga va a pensar que izquierda y derecha se están beneficiando, mano a mano, de los votos Batasunos. Pero aún queda día para que salga Pons a aplaudir la valentía del trilero manchego.
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