Edición

Borrar
Hay jueces en Madrid

Hay jueces en Madrid

Tribuna ·

Los principios y valores del Estado democrático de Derecho -que es España- triunfarán sobre las venenosas proclamas y malicias separatistas catalanas. El Estado de Derecho vencerá. Está en juego la libertad de todos los españoles y la pervivencia de la democracia que alumbró el texto constitucional de la Transición

JOSÉ TORNÉ-DOMBIDAU Y JIMÉNEZ

Jueves, 21 de marzo 2019, 01:06

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

A los jueces, magistrados y fiscales de España

Vivimos un tiempo político y social verdaderamente confuso, en el que la ética, la honestidad y el respeto a los demás valores cívicos y humanos son arrinconados y, en su lugar, una sociedad desorientada, como la nuestra, los sustituye por la mentira, la deslealtad, la vileza y el cinismo.

Los tristes y preocupantes acontecimientos protagonizados por los separatistas catalanes, que alcanzan su punto culminante, por ahora, en los hechos insurgentes del otoño de 2017, corroboran la reflexión contenida en el apartado anterior.

Toda una serie de consignas y lemas tendenciosos, falsos y absolutamente injustos, han vertido los separatistas (y siguen haciéndolo) sobre España, su historia, sistema político (equiparándolo a una dictadura bananera), autoridades (el Rey, el primero), instituciones (la monarquía parlamentaria, considerada inútil y antidemocrática) y, cómo no, sobre el sistema judicial español, al que tildan sin ambages de ayuno de garantías, parcial, justiciero y contagiado del virus de la politización.

La maquinaria de propaganda y agitación separatista (no son independentistas) difunde diariamente por el mundo, alevosamente y con felonía, que la democracia española es de baja calidad, hijuela del franquismo, corrupta, y que los derechos y libertades de los justiciables sediciosos catalanes no están ni asegurados ni garantizados. En eso de deslegitimar las instituciones españolas hay que reconocer que están teniendo éxito, sobre todo allende nuestras fronteras, de manera que se afirma que el nacionalismo catalán ha construido toda una nueva leyenda negra que expande con perversidad y sin piedad.

Una de las instituciones constitucionales españolas que está recibiendo -hace tiempo- esa asquerosa lluvia y mezcla de serrín y estiércol (Borrell dixit) es la que la Constitución (CE) etiqueta en su título VI como 'Poder judicial'. Sin recato, sin respeto, sin prueba alguna, los separatistas catalanes extienden sobre todo el sistema judicial español sus incontenidas descalificaciones; en particular sobre aquellos jueces y magistrados que entienden de los procesos judiciales abiertos como consecuencia de los presuntos hechos delictivos conocidos por todos (se televisaron).

Pero el Estado de Derecho -y España lo es y en qué medida- es más fuerte que ellos. El Estado de Derecho nació justamente para acabar con el abuso de poder (el absolutismo) y para blindar la esfera de derechos públicos subjetivos de los ciudadanos, encomendando su garantía y protección a los jueces, «independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la Ley» (117.1 CE). Yo sé que en tiempos de desmoralización y desafección a lo institucional los lemas populistas y totalitarios (los separatistas lo son en el fondo y hasta en la forma) hacen estragos. La población los absorbe como la esponja el agua. Pero los principios y valores del Estado democrático de Derecho -que es España- triunfarán sobre las venenosas proclamas y malicias separatistas catalanas. El Estado de Derecho vencerá. Está en juego la libertad de todos los españoles y la pervivencia de la democracia que alumbró el texto constitucional de la Transición.

Cualquier ciudadano sensato, formado y que razone sabe que la garantía de nuestras libertades y derechos constitucionales está en manos de esos funcionarios públicos callados y atentos a la Ley, que reciben a diario insultos e invectivas de los líderes separatistas -y no separatistas- pero que su neutralidad, profesionalidad y buen hacer impide que les hagan mella.

Hace pocos días comenzó el juicio al 'procés' en la Sala 2ª de lo Penal del Tribunal Supremo para ventilar acusaciones de las más graves del Código Penal: rebelión y sedición. Ha sido un acierto de la Sala televisar en directo el juicio. Todos somos ya observadores, y la transparencia y publicidad es indiscutible. Muchos recelos y maledicencias se han evaporado. Y se comprueba la profesionalidad e imparcialidad, la proporcionalidad y equilibrio con los que se conduce el presidente de lo Penal del Alto Tribunal. Cualquiera de los demás componentes haría lo mismo. Y lo dicho para el señor Marchena se extiende también hasta los Juzgados de Paz: la conducta de los jueces, magistrados y fiscales de España es, como regla general, intachable. Son los separatistas los que se han puesto (y amenazan con ponerse otra vez) fuera de la Ley. Ellos son los transgresores, y no quienes los juzgan por mandato de la Ley.

En el marco del Estado de Derecho la figura del juez es excelsa, con su responsabilidad, sus problemas de conciencia, sus miserias (Carnelutti: 'Las miserias del proceso penal'; Calamandrei: 'Elogio de los jueces escrito por un Abogado'). Lo que representan estos juzgadores públicos está descrito en aquella preciosa leyenda que dicen que sucedió en 1747 entre el todopoderoso Federico II de Prusia y el modesto molinero aledaño del palacio imperial al que el primero quería arbitrariamente expropiar: «Señor, eso lo podríais hacer si no hubiere jueces en Berlín». Hay jueces en Madrid.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios