Celíacos
«Sin quitarle hierro a otras enfermedades más importantes y de mayor trascendencia, yo siento una cierta debilidad por estos pacientes que llevan en silencio una carga apenas perceptible por los demás»
La palabra puede sonar rara a la mayoría de la población. Y ese es uno de sus grandes problemas; no de la palabra, sino de ... las personas que padecen una enfermedad que les hace difícil la vida. El caso es que, cuando algo nos afecta de forma comunitaria, no hace falta que nadie nos conciencie de su existencia. De ahí uno de los principales problemas con los que cuentan los afectados por esta enfermedad. Una dolencia que, descubierta en el siglo segundo a. de C., no fue empezada a tratar con cierto rigor hasta finales del siglo XIX. Uno de los factores que la hacen más perjudicial es que los remedios más eficaces para combatirla no han empezado a aplicarse hasta hace relativamente poco tiempo. Eso supone que mucha gente ha venido soportando las molestias sin saber a qué atribuirlas. Es posible que usted haya pasado por esta situación, aunque no sea celíaco. Y es que, cuando alguien empieza a sentirse mal, recurre a cualquiera de esas soluciones que la cultura popular recomienda para frenar sus síntomas. Y, cuando el problema es de los conocidos, la cosa funciona.
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El calvario empieza cuando el afectado aplica todos los remedios caseros posibles y no consigue resultados. Eso es lo que le está pasando a siete de cada diez celíacos de los que residen en Almería, y es de suponer que es un porcentaje similar al que afecta a los de otros lugares. Puede ser que los motivos de la falta de diagnóstico certero se deban a la generalización de sus síntomas: pérdida de peso, deposiciones abundantes, dolor abdominal, gases y anemia. Además de dolores óseos y articulares, calambres y cansancio. En cuanto a los niños, algo les afecta particularmente: retraso en el crecimiento. Para colmo, hay quien no manifiesta ningún síntoma. Ya entenderá usted la dificultad para el diagnóstico.
Ya de mayor, a mí me sorprendió que unos amigos me hablaran de que uno de sus hijos padecía este trastorno, del que yo no había oído hablar hasta ese momento. Supe entonces que todo tenía que ver con la alimentación, lo que obligaba a ingerir ciertos alimentos previamente manipulados para evitar los componentes dañinos para estos organismos sensibles. El problema de esta anomalía viene derivado de la incapacidad del paciente para asimilar el gluten, una proteína que se encuentra en todos los cereales.
Por lo ya dicho anteriormente, usted se hará cargo de la posibilidad de compartir su vida con personas que soporten este padecimiento, sin que sus comportamientos evidencien ser unos enfermos. También puede ocurrir que ellos eviten hablarles de su problema.
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Sin quitarle hierro a otras enfermedades más importantes y de mayor trascendencia, yo siento una cierta debilidad por estos pacientes que llevan en silencio una carga apenas perceptible por los demás. Lo bueno del caso es que ya existen en el mercado unas alternativas a los alimentos clásicos y, que, aunque son más caros, suponen para ellos la posibilidad de llevar una alimentación razonable. Por otra parte, la concienciación ciudadana sobre el problema va en aumento.
De todo esto escribía el otro día Bernardo Abril en Ideal.
Sería importante buscar pruebas para un diagnóstico precoz del trastorno y que no fueran tan traumáticas como aquellas de las que se dispone en la actualidad.
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