Cuando oigo a determinados políticos actuales ofender y descalificar al contrario más que proponer medidas; cuando observo que la política se ha convertido en un ... campo de combate, me acuerdo de la Transición política y del espíritu que la presidía. A finales de los setenta y durante los años ochenta, muchos acudimos a la política para democratizar al país, hacerlo más justo e igualitario, elevar el nivel cultural de nuestros vecinos y lograr una sociedad mejor. Esas motivaciones estaban tanto en la izquierda como en la derecha. La utopía que nos guiaba exigía que las relaciones entre los políticos fueran de respeto y colaboración.
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Del diálogo permanente con sindicatos, patronal, partidos políticos e instituciones surgía el compañerismo y, muchas veces, el afecto. Hoy recuerdo a muchos responsables públicos de diferentes instancias y credos políticos, con los que en su día compartí experiencias y sanos debates. Me fluyen a la memoria, con mucho cariño, Gerardo Cuerva Vallet; Gerardo Entrena; Pepe Cid de la Rosa; Miguel Ángel Serrano, encarcelado injustamente; Díaz Berbel; Pepe Griñán, un hombre bueno; Pepe Fernández Prados; Ángel Díaz Sol; Nino García Royo; Juan López Martos; Luis López 'Jorovive'; Juan Santaella Porras; Juan Tapia; mi compañero de curso y amigo Juan de Dios Martínez Soriano (aún conservo el bolígrafo del Senado que me regaló); y tantos otros.
Con Pepe Torres Hurtado siempre tuve una afinidad especial por su proximidad, su acogida y su buen talante. Por eso, cuando el 13 de abril de 2016, doce policías, con chalecos antibalas, lo detenían en su propio domicilio, porque se le investigaban hasta doce presuntos delitos, escribí una columna en IDEAL denunciando la parafernalia y el ruido mediático que se había organizado indebidamente. Ese día y los siguientes, durante más de siete años, él y su familia han experimentado la soledad del que se siente acusado y señalado injustamente.
Hoy que todos los cargos contra él han decaído, los que sentimos un afecto especial por Pepe Torres estamos contentos, y, desde esta columna, le quiero enviar un abrazo a él y a su esposa, sufridora también del calvario padecido. Al conocerse su inocencia, en una entrevista en la Cope, el exalcalde manifestó que la investigación de la que ha sido objeto, con resultado negativo, fue consecuencia de «envidias y cuitas de los propios del partido… Fue un cuerpo a tierra que vienen los tuyos… Nos amargaron la vida; y a mí, la vida y toda la honra y el trabajo de muchos años… Me han arruinado totalmente mi vida y la de mi familia».
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Hoy, tras seis años de pesadilla y de dolor profundo, de miradas acusadoras, de vacíos dolorosos, y de angustia permanente, me sumo a tu dolor, querido Pepe, y al de tu esposa y familia, y considera que siempre confié en tu inocencia, como te decía cada vez que nos encontrábamos, porque a mí sí me agradaba pararme con vosotros y mis palabras pretendía que fueran un pequeño bálsamo para tu herida. Sé que el consuelo es muy difícil y la reparación de lo sufrido mucho más, pero Sócrates tiene un pequeño alivio a tu aflicción: «Es peor cometer una injusticia que padecerla, porque quien la comete se convierte en injusto y quien la padece no».
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