Reconciliación con la historia natural
Juan Antonio Díaz Sánchez
Jueves, 12 de junio 2025, 23:42
A lo largo de nuestra vida universitaria y carrera académica, nos encontramos con profesores que, sin lugar a dudas, nos marcan mediante la huella perenne ... que imprimen en nosotros. Las razones por las cuales ocurre esto pueden ser muy variadas: admiración intelectual, afinidad académica, respetuosa valoración, amistad sincera, etc. Pueden darse todas estas circunstancias, alguna de ellas o ninguna. Sin embargo, sea por las razones que sea, pienso que todos hemos sentido alguna vez esto que estoy describiendo a lo largo de nuestra vida académica. En mi caso particular, dicha sensación la he experimentado con varias personas que han pretendido enseñarme mucho más de lo que yo he sido capaz de aprender de ellos.
En el caso que vamos a relatar a continuación, ha habido cuatro profesores que, además de ser muy buenos amigos míos, han sido esenciales a la hora de propiciar mi reconciliación con la Historia Natural. En primer lugar, el Dr. Miguel Botella López, el profesor Botella, puesto que sus enseñanzas, que van mucho más allá de la Antropología Física, han sido y son para mí dignas de admiración y de agradecimiento. En segundo lugar, a los Dres. Bienvenido Martínez-Navarro y Sergio Ros Montoya, paleontólogos, que me han enseñado a valorar y observar –sobre todo, la flora y fauna– de Baza. En tercer lugar, el Dr. Francisco Martínez Sevilla, arqueólogo, fue quien me enseñó uno de los yacimientos más importantes del Neolítico Antiguo, «La Cueva de la Pastora», sita ésta en mi localidad natal, Caniles.
Gracias a ellos he podido llevar a cabo mi reconciliación personal con unas áreas de conocimiento con las que mantuve una riña hace dos décadas y –digámoslo así– nuestra relación sapiencial no acabó muy bien: Prehistoria, Arqueología, Paleontología, Antropología y Paleoantropología. Todas estas materias, que son tan complejas como apasionantes, constituyen unos saberes que para mí habían perdido todo tipo de atractivo e interés. Ellos me han hecho ver que estudiar dichas materias no consiste en memorizar fechas, datos y una gran cantidad de nombres extraños o latinajos que, en la mayoría de los casos, a día de hoy, no sabemos ni declinar; sino que estos saberes científicos, que estudian la Historia Natural y del Hombre, van mucho más allá de un simple y banal ejercicio memorístico. Por ejemplo, ellos me han enseñado que estos saberes se aprenden mucho mejor pisando el terreno, conociendo a los enormes profesionales, que investigan y hacen Ciencia mediante la excavación, geolocalización, análisis, estudio de todos los materiales hallados en los importantes yacimientos que componen el Geoparque de Granada como son La Solana del Zamborino (Fonelas), Fuente Nueva, Venta Micena y Barranco León (Orce), Baza-1… Nuestras provincias de Jaén, Granada, Málaga y Almería, que constituyen la Alta Andalucía, son muy ricas en yacimientos cuaternarios cuya riqueza paleoecológica y paleoantropológica es pública y notoria. Pongamos un ejemplo de esto que estamos diciendo aplicado al Neolítico en el oriente andaluz.
Luis Siret fue un ingeniero belga, que, en 1880, vino a trabajar en la Compañía de Minas de Sierra Almagrera sita en Las Herrerías, anejo de Cuevas de Almanzora (Almería). En dichas prospecciones mineras iban apareciendo una gran cantidad de restos arqueológicos que, junto a su hermano Enrique y su capataz Pedro Flores, fueron recopilando y estudiando hasta publicar 'Las Primeras Edades del metal en el Sureste de España' (Amberes,1887 y Barcelona, 1890). Falleció el 7 de junio de 1934 siendo enterrado junto a su esposa, Marie Madeleine Belpaire, en el cementerio de Águilas (Murcia). Debido a sus relaciones personales, que mantuvo con la colonia británica asentada en Águilas, Siret conoció al Dr. Alejandro Santamaría de Paz el padre de la Dra. Ángela Santamaría Giménez. Es más que probable que Siret hiciera despertar la curiosidad sobre estas cuestiones científicas en la Dra. Santamaría puesto que llegó a ser una de las mejores alumnas del Dr. Francisco de las Barras de Aragón y Sevilla, cuando éste desempeñaba la cátedra de Antropología Física en la Universidad Central de Madrid, mientras ella estudiaba el doctorado bajo su tutorización.
El hecho incuestionable de que Andalucía posee una enorme riqueza arqueológica extraordinaria queda fuera de toda duda. Ejemplos ya hemos mencionado unos cuantos. Por consiguiente, resulta totalmente incomprensible la paupérrima apuesta que, salvo honrosas excepciones municipales bastante ejemplarizantes, realizan las diversas instituciones supramunicipales a modo de inversiones públicas que puedan financiar campañas de excavación realizadas por equipos multidisciplinares.
No obstante, estos equipos no sólo se limitan a excavar, sino que estudian sus hallazgos, publican los resultados concluyentes obtenidos de sus análisis, interpretaciones y reflexiones en revistas internacionales especializadas compartiendo así dicho conocimiento generado con la comunidad científica en particular y con el público en general. A la par de esto, realizan una magnífica labor divulgativa que es esencial para que el «Estado Llano» podamos tener acceso a dicho conocimiento, sepamos cómo realizan sus trabajos y, lo más importante de todo, se genere en la sociedad un sentimiento de pertenencia. Para lograr esto, publican artículos en revistas de altas divulgación como puedan ser 'National Geographic' o 'Andalucía en la Historia'. Guían visitas a los yacimientos, individuales y grupales, durante las campañas de excavación. Conceden entrevistas a televisión y radio donde también participan en los reportajes que elaboran. Organizan cursos de extensión universitaria en las distintas universidades públicas como son los cursos de verano de la UNED o los del C.M. de la UGR.
Personalmente, los yacimientos que mejor conozco son los bastetanos: Cerro Cepero, Cerro Largo y Cerro Santuario, donde aparecieron el Guerrero de Baza y la famosa Dama de Baza respectivamente, que conformaban la antigua ciudad iberorromana de Basti y sus dos necrópolis; y Baza-1, sito en el paraje de la cuesta del Francés, que es un auténtico santuario paleoecológico del cuaternario. Pues bien, ambos yacimientos son nuestros, es decir, de todos los bastetanos y, por supuesto, toda inversión que en ellos se realice, además de revestir urgencia, es más que bien empleada. Por lo tanto, ya es hora de que las instituciones supramunicipales apuesten de una forma clara e inequívoca por nuestros yacimientos arqueológicos invirtiendo en ello los fondos públicos que sean precisos porque, como se reza diariamente en la Santa Misa, esto también es justo y necesario.
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