Las desgracias nunca vienen solas
Si la mentira termina imponiéndose sobre la verdad, la democracia habrá muerto definitivamente
José Ferrer Sánchez
Sábado, 23 de noviembre 2024, 23:22
«Cuando llega la desgracia nunca viene sola, sino a batallones» es una frase atribuida a Shakespeare y al parecer se cumple casi siempre. Aún ... guardamos en nuestra retina los efectos devastadores de la DANA en Valencia y martillea nuestra mente y corazón con las más de 200 víctimas que se ha cobrado la catástrofe, así como con el dolor de sus familias y allegados… Es tremendo y doloroso.
Todavía no habían terminado las inundaciones en la Comunidad Valenciana y ese mismo día ya circulaban bulos, desinformaciones y odio, mucho odio; un odio calculado y premeditado. No me refiero a aquellos que pasan los bulos por las redes, que las repiten como loros, aquellos que practican la técnica del karaoke, que repiten tres o cuatro frases siempre y en cada momento. No tienen excusa, pero son pobres diablos. Me refiero a aquellos que diseñan esos bulos, que los repiten siguiendo ese axioma terrible de Goebbles, el artífice de la victoria de Hitler, de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, y pensamos cómo se puede alguien creer esos burdos bulos u odios. Esos odiadores profesionales vienen de la –permítanme la licencia– internacional ultraderechista y algunos medios y redes sociales dan cobijo y altavoz no pretenden que se les crea, es al revés, ansían todo lo contrario, que nadie crea nada, que relativicemos todo sembrando el caos y descreimiento en los valores democráticos y en las instituciones democráticas. Felipe VI, muy acertadamente en aquella primera y dolorosa visita, lo expresó a preguntas de las víctimas, «intentan crear caos» y, por ende, y como macabra, mezquina y cruel consecuencia azuzar y prolongar el dolor de los que han sufrido pérdidas personales, materiales y afectivas y que unen su odio al negacionismo del cambio climático que cuestan vidas y dolor.
Llegamos a ver cómo aquellos que practican la política de la mentira, precisamente la no política como el presidente Mazón, se pasean por los medios y lo micrófonos como fantasmas que no dan miedo sino vergüenza, para justificar lo injustificable, para perpetuarse en el poder incapaces de ejercerlo para el bien del pueblo sino con una premeditada y calculada estrategia electoral no hacer daño a su partido y a su jefe con ínfulas. Nadie es culpable de una DANA aumentada, según los meteorólogos en un 30% por la acción del hombre en el cambio climático, pero sí hay responsables que habrá que depurar y apartar de lo público.
Y las catástrofes no vienen solas. Hace unos días, Trump consiguió el poder absoluto, la presidencia, el Senado y la Cámara de Representantes. Mantiene la mayoría de la corte suprema de los Estados Unidos, un poder omnímodo que corrompe también omnímodamente y el mundo tiembla. Trump, otro político de la mentira, es precursor contemporáneo como tonto útil de la política del bulo y del discurso del odio. Los estadounidenses votaron en clave interna y optaron por la economía, por la avaricia y eligieron a un delincuente convicto, dando pábulo a los bulos, que no voy a repetir ya que son de dominio público, desinformaciones y odio. Sócrates advertía que cuando el debate «se ha perdido, la calumnia es la herramienta del perdedor». A estos que se sirven de lo público, embusteros, racistas, xenófobos, negacionistas, hay que apartarlos del poder mediante el voto, o habrá más muertes, más dolor y más persecución de aquellos que simplemente piensan diferente a ellos, creen en la unicidad de pensamiento, o conmigo o contra mí, apelando a lo visceral, la raza, la religión, la inmigración, la supremacía, el aborto o a cualquier inopinada identidad.
La democracia para subsistir no necesita que todos pensemos iguales, pero sí es necesario que se prevalezca siempre la justicia y la verdad, como dijo Eduardo Infante, filósofo: «Si la mentira termina imponiéndose sobre la verdad, la democracia habrá muerto definitivamente».
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