Me encantan las Cartas al Director. La sección, quiero decir. Luego, unas me gustan más que otras, claro. Pero procuro leerlas todas. Saber lo que ... opinan los lectores que se identifican y dan la cara es siempre interesante. El martes, el profesor y escritor Tomás Moreno hacía un encendido elogio de la prensa libre y repasaba el IDEAL del domingo. Y destacaba, por encima de todo, «por su valiente denuncia social y política y su dramática actualidad» la impecable, emocionante e ilustrativa pieza de Pilar García-Trevijano, un extraordinario reportaje titulado 'Un campo sin puertas, ni vivienda ni dignidad'. Estoy completamente de acuerdo con Tomás. El de Pilar es un trabajo periodístico que, además de informar y conmover a sus afortunados lectores, debería reportarle algún premio importante. Frente a la opinión de los 'cuñaos' de barra de bar y a los eslóganes interesados, Pilar se fue a patear el terreno, a mirar, ver, comprobar, oír y escuchar a esos inmigrantes que, la mayor parte de las veces, sólo son cifras y objeto de controversia y argumentario. Y lo que encontró y contó es desolador. El reportaje es modélico, insisto. No edulcora la realidad ni evita cuestiones polémicas. No toma partido alguno. Se 'limita' a contar lo que ve. Y lo que nos cuenta, duele. Explotación, abuso y miseria. Inseguridad, dolor, miedo, injusticia y frustración. Y, como ocurre tan a menudo, son ellas, las mujeres, quienes más sufren: «Como no ganan lo suficiente, las mujeres se prostituyen de noche y venden sus cuerpos por entre 10 y 20 euros» en unas condiciones lamentables. Leí el reportaje cómodamente sentado en una terraza mientras desayunaba, tan a gustico. Se me indigestó el café. No creo que haya un halago mejor para un trabajo como el de nuestra compañera. Lo tengo recortado y lo volveré a leer, subrayándolo con detenimiento, pero esa sensación de noqueo no me la quita nadie. «Todo eso ya se sabía», dirán los cínicos. No. De todo eso se habla, de forma interesada y con demasiada ligereza, a partir de prejuicios e ideologías. La realidad del aquí y del ahora en una sociedad desarrollada del primer mundo es la que ha contado Pilar. Una realidad dolorosa y punzante. Exponerse a ella hace daño. Ojalá, además, remueva conciencias y ayude a cambiar las cosas.
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