Este fin de semana lo estoy pasando en el Pirineo aragonés, en la atractiva, encantadora e imantadora localidad de Villanúa. Me vine desde San Sebastián ... en autobús a través de Pamplona y Jaca —¡qué belleza de paisajes, por favor!— y, como me dice mi amigo y coautor Ricardo Bosque, o me largo ya o me empadrono, que este lugar genera adicción. Como sé que volveré, me marcharé sin pesar después de disfrutar de la hospitalidad del propio Ricardo, de Ana, la concejala de Cultura y su marido Jesús; y de Miriam, la bibliotecaria de Villanúa que ha organizado una sección de biblioterapia que me muero por conocer. Será en la próxima ocasión.
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Una de las mesas de Villanoir planteaba la cuestión de cómo se cocina un festival de novela negra. Usando un símil gastronómico, iba a decir que a fuego lento, pero miro los guasaps del grupo 'Intendencia' de Granada Noir y la verdad es que no. Que se cocina al punto de ebullición, siempre al borde de achicharrarnos entre prisas, agobios, presiones y un caos generativo que ya le gustaría a la inteligencia artificial. ¡A ChatGPT me gustaría ver en este 'fregao'!
El caso es que seis comisarios de festivales de novela negra de toda España llegamos a un consenso: habría que tender a la profesionalización. Me lo tomo como reto, como desafío. ¿Pero eso cómo se hace? Sobre todo porque va contra el signo de los tiempos. Por ejemplo, lo del turismo. Reconozco que lo de Ángel, el científico que ejerce como guía de turismo en Granada sin tener estudios ni preparación, me tiene soliviantado. No me extraña que las dos asociaciones del sector hayan salido en tromba para ponerle a parir. Por intrusismo. Y por denigrador de toda una profesión que requiere formación, titulación, dedicación y un largo etcétera de cualidades que vayan más allá de ganarse un dinerillo ocasional así por morro Siempre me ha sorprendido que gente muy exigente en y con lo suyo, cañera y reivindicativa en todo lo referente a su profesión y sus lentejas, como debe ser; no tenga empacho en acudir al 'gratis total' más cutre y lamentable en otras facetas de su vida, de los free tours que apelan a la caridad y buena voluntad de la clientela al pirateo de libros, películas y series o, de un tiempo a esta parte, al uso indiscriminado de la IA.
Ética. Lo decía Miriam, la preclara y visionaria bibliotecaria de Villanúa. La conjunción de tecnología y precariedad pone a nuestra disposición tantos medios, posibilidades y justificaciones para fusilar el trabajo de los demás que sólo la ética personal nos puede salvar.
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