Diacrónico Valle del Oro

No sé en cuántas otras capitales ocurrirá, pero Granada se desborda por varias de sus salidas a un bello e inspirador entorno natural casi sin darte cuenta. Por 'arriba', por el Camino del Monte, dejas la ciudad para caminar por «caminos, veredas, cordeles y cañadas vinculados al paso de la transhumancia». ¡Foh!

Si subes por la Cuesta de Gomérez y cruzas la Puerta de las Granadas, traspasas un umbral espacio-temporal que te conduce del fragor y el caos del siglo XXI a la paz perpetua de un espacio congelado en la historia y el tiempo, un bosque exuberante en el que, con el permiso de algún turista follonero, el pío pío de los pajaritos sustituye al rugir de las amotillos.

Y luego está la salida por esa Ruta del Colesterol que te lleva a Cenes, Pinillos y más allá, siempre a la refrescante vera del Genil. ¡La de veces que trisqué aquellos caminos cuando entrenaba para las carreras y los trails! No me quiero olvidar de la Salida Sur que arranca en el Parque Tico Medina y te traslada a los pueblos de la vega, aunque ese recorrido es más desabrido y expuesto, sin apenas sombras pasados dos o tres kilómetros. O lo era, que hace tiempo que no voy por ahí y lo mismo está reforestado.

Otro día le dedico una columna a los tesoros del Valle del Dauro, ese río del oro que tanto excitó la imaginación de los viajeros románticos y de artistas y escritores de todas las épocas. Pero quiero terminar con ese palabro, bienes diacrónicos, del que habla la resolución de la Junta de Andalucía. «Dicho de un fenómeno: que ocurre a lo largo del tiempo, por oposición a sincrónico», explica la RAE. ¡Qué expresión más preciosa! Ya tengo un nuevo concepto favorito. ¡Y surgido de un expediente administrativo, nada menos! ¿Ven como en Granada todo es posible?